Las personas amaban abandonar a Harry. Porque él no tenía otra explicación de cuando se levantó —adolorido por cierto, debido al golpe, y obviamente, a su muslo— y no vio a su madre. Ni el día siguiente, o el siguiente, o... bueno, así seguía. Dos semanas después y ella no aparecía.
Los primeros días, lloró en demasía. Bueno, seguía llorando, para qué mentir, aunque ahora mucho menos.
Se sentía tan idiota, porque él no la había dejado en ningún momento. No se había hecho daño por ella —hasta ese día—, siempre y cuando podía la escuchaba, haciendo compañía en su llanto. ¿Acaso había sido tan mal hijo? Se respondió a sí mismo que sí. Que lo fue, lo era y lo será.
En esos días su historial se había convertido en recetas y tutoriales de cómo cocinar. No lo hacía mal, después de todo solo era seguir las instrucciones del video y ya.
Había veces en las que recordaba cocinar junto a su madre, Gemma y su difunto padre. En esos momentos en los cuales eran una familia feliz, soltando carcajadas a la hora de la cena y haciendo pijamadas improvisadas en la sala de estar.
Su corazón dolió. Pero se aguantó al escuchar una voz chillona detrás suya.— ¡Hola imbécil! ¿Te acompaño a casa? ¿Qué dijiste, que sí? Oh, claro Harry.— se había respondido a sí mismo, apretando las mejillas del más alto mientras arrugaba sus ojos en una sonrisa. Harry pensó que era tierno.
— No, Lou— fue interrumpido. Siempre pasaba eso con Louis.
— Shh, yo sé que quieres que te acompañe, nene.— golpeó su cadera con la de él. Sí, Louis era muy confianzudo, pero estaba bien para él. Después de todo, le agradaba.
El más bajo se la pasaba hablando, y Harry solo aportaba leves risas —un logro que hacía que la sonrisa de Louis brille— y comentarios, también, de vez en cuando soltaba un chiste. Uno malo, pero el ojiazul reía.
Parados frente a la puerta, con un rizado paralizado y llave en manos, Louis esperaba que abra la puerta.
¡Oh, tonto Harry! ¡Tal vez te olvidaste que no tiene madre, ni hermana, ni padre! ¿Qué dirá Louis al ver la casa de un menor de edad vacía?— Hazz, la puerta no se abre sola.— codeó su cintura, y él reaccionó, asintiendo.
La casa estaba ordenada, tal vez había algunas cosas en el suelo, pero pocas. Después de todo, era normal, ¿verdad? Por lo menos normal para alguien sin familia.
— Dios, mi mamá me mataría si tuviera tan solo algo en el piso.— bien, el comentario del ojiazul dolió como nunca. Fingió reír, y Louis lo notó, soltando:— No finjas reírte o te pego.— Harry volteó sorprendido, nunca se daban cuenta de cuando fingía su risa y allí estaba Louis, con sus manos en los bolsillos de la campera azul, con su ceño fruncido y labios formando un leve puchero.
Harry decidió reír falsamente. Solo para provocarlo.
— ¡Oh, te atreviste!— y de repente, Louis saltó encima suyo, tirándolo cruelmente al sillón con afán de pegarle. Él se asustó cuando creyó que en verdad iba a hacerlo. Tenía su puño en el aire, y cerró los ojos, simplemente esperando la golpiza. — Fiuuuum.— fue lo pronunciado por quién estaba arriba suyo, pasando su puño de forma lenta por su mejilla, sin hacerle daño.
Luego de mucho —en verdad, mucho—, Harry soltó una carcajada. Los ojos azules de Louis brillaron; lo admitía, la risa del ojiverde era totalmente hermosa. Se prometió a sí mismo hacerlo reír a toda costa.
— Ahora bésame tonto.— bramó Louis con gracia. Harry le sonrió marcando sus hoyuelos, una sonrisa verdadera. Y con algo de confianza lo inclinó hacia él, siguiendo su juego. Louis llevó su cara a su cuello, fingiendo besarlo aunque realidad estaba a centímetros, y sus manos desordenando el cabello rizado. Harry reía debajo suyo.
— ¡Ya! ¡Para de besarme!— ni él mismo podía creerlo. Lo estaba pasando realmente bien.
Después de años, Harry se sentía completamente bien. Riendo, sonriendo, mirando a Louis y removiendose debajo de él para que saliera de encima suya.
Louis hizo caso omiso a su petición, ahora haciendo cosquillas en el cuerpo de Harry; costillas, axilas, cuello, cintura. No quería parar, sinceramente. Escuchar al chico debajo suya reír era lo mejor. Tal vez alguna vez lo grabaría para tener un nuevo tono de llamada.
— ¡Pide perdón!
— ¡¿Por qué?!
— ¡Por reír falsamente!— él se hubiera sentido realmente mal, pero los dedos de Louis provocando cosquillas en su cuerpo se lo impedían.
— ¡Ya, ya! ¡Perdón! ¡Perdón!- y Louis paró, con una sonrisa socarrona adornando su rostro.
— Hecho, hoy me quedo a dormir.— Harry lo miró curioso y desconcertado, a la vez que se sentaba cruzando sus piernas. El ojiazul repitió su acción, quedando frente a frente con una sonrisa.
— ¿Cómo? ¿Quién te invitó?— él pareció pensar por unos segundos.
— ¡Yo!— Harry soltó una risita.
— ¡No puedes invitarte! ¡Es mi casa! Además, ¿qué dirá tu madre?
— ¡Ya le aviso!— su mano fue llevada a su bolsillo, sacando su celular. El ojiverde lo miró con reproche. — Ya, ya. Primero te tengo que convencer.
— De primera digo que n— otra vez, interrumpido.
— ¡Por fa! Vamos, Harry. Déjame quedarme en tu morada.— en ese momento el rizado lo confirmó. Louis parecía diecisiete pero en realidad tenía cinco. — Si no me dejas te haré cosquillas y no me detendré. Que sepas que yo no voy a limpiar toda tu meada después.
— No, Louis, no lo harás y tampoco te quedarás.— bramó serio, para después bufar. No estaba mintiendo, no quería que Louis se quedara. No quería que viera como en realidad era.
— Oww, ¡vamos! Te acompañaré toda la noche, y, no sé que se hacen en las pijamadas. Buscaré por internet.— tomó su celular y Harry paró su mano.
— Louis.— advirtió.
— Harry.— repitió, divertido. La mirada del más alto no cambió. — ¡Oh, bien! Me iré.— un puchero se formó en sus labios, y un suspiro se escapó de los de Harry.
— Mira, yo, este. P-Perdón por echarte así pero es que, no— fue parado otra vez por Louis. ¡Por dios! ¿Es que acaso no podía dejarlo hablar? ¿Tenía una regla que decía "no dejar a Harry terminar lo que iba a decir" o algo?
— No me dés explicaciones si no quieres cariño. No importa tonto.— su cabello fue alborotado por sus manos, e hizo un puchero.
— Louis, en serio, perdón.
— Si sigues así me quedaré.— él sonrió levemente con picardía.
— Louis perdóname.— sus manos se juntaron, rogando sarcásticamente. El llamado soltó una carcajada.
— ¡Quién te entiende, Harry!
Al final, ese día Louis no se quedó a dormir en casa de Harry. Sin embargo, se podría decir que eran un poquito más cercanos, y que el rizado sin saberlo, se estaba encariñando —un poco, claro— con el castaño.