Invervalo 2: Escondite secreto

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Bakugo, a sus cortos once años, no entiende muchas cosas. O prefiere no esforzarse en entenderlas, porque siente que no valen la pena. Cuando algo le llama mucho la atención (en pocas ocasiones eso sucedía) no para hasta conseguirlo, aunque eso lo "meta en problemas", y ya a una edad muy temprana tiene muy claro lo que significa el concepto dicho. Eso sí que lo había entendido a la primera. Creería que fue lo primero que le dijeron al nacer, no lo sabe.  

Lo que sí sabe es que algo —o más bien alguien— llamó su atención un día. Y desde entonces no puede quitárselo de la cabeza; y no porque no quiera, sino porque no puede. Le molesta y no lo entiende. 

Este algo —o más bien alguien— es muy diferente a lo que usualmente suele captar su interés, porque sabe que es un niño muy peculiar. Todos los adultos a su alrededor se lo dicen. Le gusta crear explosivos con elementos que se encuentra, le gusta jugar a luchas violentas con otros niños, le gusta molestar a cualquier que se cruce en su camino; todas las acciones que le traen felicidad y emoción son "problemáticas" y al realizarlas no hace más que recibir castigos. Las nanis le recordaban que él no es un niño malo, sólo muy curioso y singular, y que algunas veces esa curiosidad lo puede llevar por malos caminos. Por eso tiene que pensar antes de actuar. Y bueno, como él tampoco se considera "malo" decide que por fin va a escuchar a sus nanis y poner en práctica aquel consejo. 

Así que por eso se encuentra pensando cómo va a acercarse a aquel niño con cara de idiota. 

Bakugo piensa que es muy divertida la manera en la que se enteró de la existencia de aquel niño. Recuerda como ese día estaba caminando por los pasillos de ese enorme orfanato, siendo acompañado por una de las nanis. Estaba tratando de contener sus lágrimas y sobándose la herida de su brazo mientras reflexionaba sobre el castigo que iba a recibir. Lo habían descubierto subido en uno de los árboles del patio (acción que estaba sumamente prohibida) y, cuando se quiso bajar para que no lo regañaran, un movimiento erróneo hizo que se cayera. Bakugo odiaba con toda su alma ser castigado, pero lo que más lo ponía rabioso era mostrarse débil y que la gente se diera cuenta de ello. Era líder de la pandilla de niños, era líder de la habitación donde dormían y uno de los más inteligentes en todo el orfanato. ¡No podía permitirse llorar! 

Se iban acercando a la oficina del director del lugar cuando lo vio. Muy pocas veces había estado por esos alrededores, puesto que nunca se portó tan mal como en ese momento como para enviarlo con el director, y tampoco ayudaba que el edificio fuera como un laberinto. Cerca de la oficina habían varias habitaciones con las puertas cerradas, y en una de ellas se encontraba un niño más o menos de su misma edad apoyado. Tenía el cabello bicolor con rojo y blanco, y sus ojos también eran de diferente color uno del otro. Una predominante cicatriz yacía en su lado izquierdo. 

Bakugo pensó que era un niño muy raro. ¿Por qué jamás lo había visto? Todas sus dudas acerca de su desconocimiento llegaron a su fin cuando observó su uniforme. 

Era blanco. La pulcritud del mismo hizo que se sintiera un poco cohibido, pero al instante recuperó su habitual confianza. 

Definitivamente era uno de esos niños

En el orfanato habían muchos niños, todos de diferentes edades y diferentes maneras de ser. En general, a pesar de ser demasiados, todos se conocían entre todos. Cada uno tenía su rol y su grupo, y todo era relativamente normal. Excepto por aquellos niños. Algunos los llamaban los "especiales" y muchos rumores se esparcían sobre éstos dependiendo de la época del año. 

Los especiales se caracterizan por ser un grupo de niños —unos veinte o treinta— que actuaban y eran tratados de formas muy cuestionadas. Los uniformes normales son unos pantalones cortos y una camisa celestes, aquellos infantes lo usan blanco. No salían a la hora del recreo y tampoco los acompañaban a los demás en el almuerzo y las actividades diarias. Ni siquiera dormían con ellos. La única vez que se los veía es cuando pasan por los pasillos para ir a diferentes estancias del edificio, unas que nadie conoce y que están profundamente prohibidas. Nadie sabía nada, porque no se permite hablar con ellos tampoco. Algunos tienen ideas vagas de su existencia mas no son consideradas como ciertas. Los niños más grandes indagan sobre aquello, pero no lo comparten con los pequeños. 

Hasta que estés en mis brazos de nuevo [BakuTodo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora