XXXIV

199 23 10
                                    

Miraba el mar con la mirada completamente perdida, mirando a un punto fijo pero sin mirar nada en realidad. Me había ido a Galicia durante una semana para intentar despejarme pero cuanto más trataba de despejarme menos lo conseguía. Lucas se empeñó en venir conmigo pero prefería venir sola, me vendría mejor aunque no estaba consiguiendo apenas nada.

No entendía como no se podía acordar de mí, el tumor le había dañado cierta parte de la memoria pero ¿no acordarse de mí? Los médicos dijeron que con el tratamiento me recordaría pero había pasado casi un mes y ni siquiera recuerda mi nombre, ¡mi puto nombre! La rabia e impotencia que tenía en ese momento contra la vida la volqué en el baile y cuando terminé todo lo que teníamos decidí irme de allí cuanto antes.

Lo que más me quemaba era verla riendo, verla disfrutando y que me tuviera que conformar con una mirada suya; aquello me terminó de destruir completamente, en ese momento ya no tenía nada por lo que vivir. Conocí a un señor algo mayor, de unos 75 años, que vivía por aquí y que me enseñó amablemente el pueblo donde me estaba quedando, se había hecho rutina ver juntos el mar al anochecer mientras estaba en el punto de mayor oleaje. Al conocerle, me preguntó el porqué estaba aquí y le conté la historia entera esperando que me llamase de todo, pero sin embargo, compartió su trágica historia conmigo: la mujer con la que estaba, el amor de su vida, sufría alzheimer y poco a poco se iba olvidando de él y de todo en general. ¿Su consejo? Ama a quien quieras, aunque esa persona no te ame, ama porque al fin y al cabo el amor es lo único que tienes. Cuida a esa persona se acuerde o no de ti, pase lo que pase cuídala porque sino luego ¿qué te queda? ¿Quién te queda? Sin duda, fue de lo mejor que he podido escuchar en mi vida.

Resultó ser que además de no recordarme, tampoco recordó al principio a personas como Joan o Noelia, pero a los pocos días de estar con ellos los recordó casi al instante. Vi exactamente el momento en el que se abalanzó a los brazos de ambos llorando y se me encogió el corazón al darme cuenta de que no me recordará por mucho que intente, me seguía mirando interrogante y como una extraña completamente. Al recordar todo lo que hemos pasado juntas y ver la situación del momento me dolía, me dolía demasiado.

Me sonó el móvil y lo cogí. Era Alejandra. En este tiempo, habíamos afianzado más nuestra "amistad", se preocupaba mucho por mí y me hablaba constantemente para ver como estaba.

-Dime.- Descolgué. Últimamente no tenía ganas de hablar con absolutamente nadie, de tan solo emitir sonido me quemaba la garganta. Sentía que todo pesaba y apenas podía hacer nada, ni siquiera comía, llevaba alrededor de tres días sin comer nada de nada.

-¿Qué tal estás?- Preguntó preocupada. Yo resoplé.

-Sabes bien como estoy.- Contesté desganada y la escuché bufar.

-¿Cuándo vas a volver?- Volvió a preguntar.

-Mañana, pero estoy por quedarme mucho más tiempo.- Respondí y la escuché replicar. -Cuanto más lejos esté será mejor.

-¿Por qué no vienes y tratamos de hacer que te recuerde?- Propuse y me tensé.

-No.- Dije seca, no quería hablar de este tema, precisamente vine aquí para evitarlo aunque no funcionase.

-¿Por qué? Podríamos conseguirlo.- Intentó animarme pero me puso peor.

-Que no.- Me negué de nuevo. -No puedo ir a intentar algo que duele, que me destroza. No puedo hacer que me intente recordar cuando sé bien que le doy igual porque puedo intuir que su madre le habrá dicho cosas de mí feísimas.- Me estaba empezando a enfadar y no quería. -No puedo verla, Alejandra, duele demasiado.

-Perdón, solo pretendía ayudar.- Se disculpó apenada.

-Lo sé, pero ahora no necesito saber nada de eso. Necesitaba escapar.- Confesé y suspiré. -¿Tú qué tal?

Cold ||María x VickyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora