✝Monstruo 17✝

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"Las preocupaciones en nuestro cerebro pueden ser tantas, que hasta el mismo cerebro desea acabar con ellas"

En la colorida habitación de una pequeña niña, las risas y el encanto infantil iban en una armonía sorprendentemente agradable.

La niña, de nombre Dánae, jugaba alegremente en su reluciente habitación rosa a la humilde junta del té. Ella daba vueltas con una tetéra en una mano y un vestido azul arriba de su ropa de infante. Rodeaba una pequeña mesa, en donde se hallaban cuatro tazas de té encima de sus predeterminados platos y unas diminutas cucharillas. En las sillas, no se hallaba nada, no había un peluche o juguete que ocupara esos cuatro asientos.

Algo raro. Comúnmente los niños acostubraban a jugar a la hora del té con peluches ocupando los asientos como si fuesen verdaderos invitados. Pero este no era el caso.

Tal vez, lo dejes pasar al primer vistazo, es una pequeña niña jugando con su propia imaginación. Si tus ojos no se dieran cuenta de los animales afelpados en el suelo, a un lado de cada silla, como si alguien los hubiese tirado o si se hubiesen caído por su cuenta.

— ¿Alguien quiere más té?— pronunció la niña dejando de dar vueltas y sosteniendo la tetéra con ambas manos.

Ella le hablaba a la nada, a simples sillas vacías.

¿Sabía que sus peluches estaban en el suelo?

¿Ella estaba jugando con ellos?

Porque de ser así ¿Por qué no los recogía?

En la mente de la pequeña se escuchó una voz, nada aterradora, nada maliciosa; sino amigable y risueña.

—Sí, por favor, este té está de lo mejor.— fue lo que escuchó.

La niña se acercó a la última silla y sirvió del té imaginario en la taza.

—Me alegra mucho que te esté gustando, me tomó mucho prepararlo.—    Contestó Dánae. —Mamá no me permite usar la estufa, por lo que tuve que improvisar.

— ¿Por qué no te deja?— Preguntó otra voz con entusiasmo.

—Porque soy pequeña y no puedo usarlo por lo peligroso que es.

— ¿Pero por qué no lo intentas? Tus papás no están aquí y, si lo haces, puedes aprender y harás que ellos se sientan orgullosos de ti y de lo rápido que puedes aprender por tu cuenta.— Otra voz salió al aire, esta vez, el tono fue más señorial.

La niña se lo pensó y una idea apareció en su mente.

Galletas.

—Podemos preparar galletas y cuando mis papis lleguen dárselas para que se sientan feliz por mi trabajo.

Todas las voces parecieron estar de acuerdo con aquella loca idea; pero, como no había nadie supervisando a la pequeña, nadie podía advertirle del riesgo que corría. La aprobación de sus amigos imaginarios causó una sonrisa en la niña pequeña y, dando pequeños saltos, salió del cuarto para dirigirse a la cocina...

Pero todo salió mal, como se suponía desde el planteamiento de la idea.

La casa se incendió.

La unidad de bomberos tuvieron que venir lo más rápido posible porque los vecinos se preocupaban por la casa y por la pequeña niña adentro.

Al final, lograron sacarla, desmayada. La llevaron a un hospital cercano y trataron de darle tratamiento.

Los padres se enteraron de lo sucedido y pasaron los últimos días en un cuarto de hospital cuidando a su hija.

La pequeña al despertar contó que todo fue por las voces de sus cabezas, ella sólo quería impresionar a sus padres, pero no logró hacerlo.

A los pocos días, la pequeña Dánae fallece en el hospital por una fuerte neumonía. Sus diminutos pulmones no soportaron la enfermedad, por lo que ésta venció la vida de la niña.

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