✝Monstruo 20✝

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"Es feo pensar que las personas que deberían darte seguridad o protección, acaben con tu vida sólo por su opinión o color"

  En una sala de interrogación policíaca, una joven señora estaba siendo intorragada tras el homicidio de su esposo a las veinte horas de la noche.

El policía al frente de ella lucía serio y malhumorado, con el espacio entre sus cejas fruncidas y una expresión que lograba transmitir algo como: "Debes decirme todo lo que sabes, y si no es la verdad, juro torturarte hasta sacarla." Pero, pese a la tensión del asunto y la dura mirada del policial; la señora parecía estar calmada, sentada de medio lado que le permitía al policía ver su perfil, con un cigarrillo en su mano izquierda y sus piernas ligeramente cruzadas. No mostraba nada, ni siquiera le daba un vistazo al hombre, no le tenía miedo, ni mucho menos respeto.

Llevaban en ese plan por varios minutos, el oficial le preguntaba algo y ella le respondía directamente un sí, no, no sé o algo que requiriese de más palabras. Hasta que el policía se cansó. Golpeó fuertemente la mesa con sus manos apretadas en puños he hizo que la mesa se agitara un poco. La dama ni se inmutó, sólo le dio una mirada de reojo y luego la perdió en el oscuro suelo.

—Dime de una vez, con una respuesta coherente y bien argumentada. ¿Quién mató a tu esposo? ¿Fuiste tú? ¿O fue alguien más?— Preguntó el oficial con enojo, su mandíbula ya lucía tensa y se le podía apreciar unas venas en un costado de su cuello y en su frente; algo característico de alguien que contiene mucha rabia.

En cuanto a la joven, sus palabras no hicieron que se asustara ni un poco, pero sí estaba cansada de toda esta conversación. Exhaló el humo que permanecía dentro de su cuerpo y giró su cabeza para ver de mejor manera al policía.

—La verdad, no tengo ni la más mínima idea de lo sucedido con mi marido, sólo recuerdo que llegué a la casa y lo vi tendido en el piso— La señora se tomó una leve pausa para analizar el rostro del policía y pudo encontrar un mohín de hastío. —, y por lo que parece, no puedo decir nada de eso porque puede colmar su diminuta paciencia.

Le dio una calada al cigarrillo mientras que su mente repasaba un poco sobre todo lo sucedido. Al soltar el humo, y su mirada se había movido a un punto neutro, decidió agregar algo:.

— ¿Sabes? Desde hace mucho le he dejado de temer a la autoridad... Y fue después de la muerte de mi padre.— pronunció en un tono relajado, hasta parecía dar algo de miedo por lo neutral e indiferente que fue.

El oficial la miró con desconcierto. A él no le importaba su opinión sobre los policías, ni mucho menos sus gustos o disgustos; pero si esto lo llevaba a una evidencia o pista viable, escucharía y analizaría todo lo que saliera de su boca.

—Creo que eso es algo que tenemos en común— dijo en un suspiro, soltando todo el humo, y llevó su mirada al policial —. Yo juré en amar y respetar al hombre enterrado a tantos metros bajo tierra, y ustedes juraron en proteger a la nación y en hacer justicia por ella.

La confusión e intriga por las palabras de la dama picaban toda la mente del policía.

¿Qué demonios era lo que decía?

La señora dibujó una pequeña sonrisa en su rostro y prosiguió.:

—Pero ninguno cumplió con lo jurado. Tal vez, los verdaderos asesinos de mi esposo fueron ustedes, así como lo hicieron con mi padre por ser negro...

Se tomó una pausa suspensiva. El oficial quedó confundido al igual que sorprendido; pero, al ver que la pequeña sonrisa de la señora se agrandaba y se tornaba maliciosa, su cuerpo se tensó ante lo que pensaba que pudiera hacer o decir.

—Pero luego recuerdo, que el que puso aquella pastilla en su Whisky, fui yo.

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