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¿Vendrás a descansar sobre mi hombro a pesar de todo el daño que hice? ¿Querrás contarme tus horas oscuras? ¿Los hombres que tocaste? ¿El miedo a tu sombra? Podré contarte mi navidad aburrida. Te propongo un minuto abrazados, en la oscuridad o con la luz encendida. Tú decidirás.


Tal vez había visto suficientes amaneceres en su vida. En tantos lugares distintos, cada uno era diferente. Agradecía poder apreciar el despertar del astro en los brazos de su madre luego de un tiempo. Ella era, por no decir menos, una criatura misteriosa.

Su cabello había crecido. Largos mechones marrones estaban trenzados con paciencia alrededor de una corona de flores. Ella finalmente se había levantado de la cama.

Louis la miró, tratando de descifrarla en silencio. Tratando de encontrar similitudes. Tratando de encajar piezas de un rompecabezas que ya estaba completo pero que no conseguía entender. Ella lo miró de regreso, sonrió de lado. Tan hermosa como él la recordaba. No había pasado suficiente tiempo siquiera. Ella sólo estuvo en cama desde entonces y una semana atrás parecía muerta en vida.

En ese momento sonreía.

De hecho, sonreía a todas horas. Reía hasta medianoche y no se detenía en la mañana. Había vuelto a pintar y jugueteaba entre las flores del jardín de su abuela cual niña.

Sin embargo, Louis sabía que no sería eterno.

Ella siempre fue un aluvión de energía y cuando ésta se agotaba, tan sólo quedaba un conjunto de carne y huesos con mirada vacía.

Louis no regresó con ella para quedarse. Intentó convencerla de buscar ayuda.

Durante su quinta conversación, ella sólo rodó los ojos y salió de la casa hacia la carretera. Que iría a ver el mar dijo. Louis la detuvo y ella se derrumbó en sus brazos.

"Podrías dejar de tratarme como una niña, por favor" le pidió ella sollozando. Louis la miró y abrazó la figura trémula y delgada de su madre mientras la arrullaba.

"No lo hago"

"¡Sí lo haces! Estás detrás de mí, como todos. Con tus ojos quemando mi espalda por miedo a que haga una tontería. No me trates como si no lo supiera. No tú"

"Lo siento" tomó su rostro entre sus manos. Acarició sus mejillas con cariño, temiendo herirla "No es mi intención ofenderte, sólo me preocupo por ti"

"¡No lo hagas!" se apartó de él y caminó de regreso a la casa con fuertes pisadas.

"¡Mamá!" corrió tras ella. No la detuvo, caminó junto a ella. Ella sólo lo miró.

Caminaron en silencio durante un rato. Una extraña calma los rodeaba, demasiado silencio y sólo escuchaban el ruido de sus pisadas. Estaban muy lejos de casa.

"S'il vous plaît (Por favor)" ella se detuvo.

"¿Qué es lo quieres de mí, mamá?" suspiró con cansancio Louis.

Ella lo miró, tal como había hecho durante toda la semana. Tal como había hecho durante toda su vida. Ella sólo miraba, sonreía y callaba. Nunca hablaba. Louis se preguntó qué pasaba por su cabeza. Deseó que se lo dijera. Había pasado tanto tiempo, merecía saber qué le atormentaba. Necesitaba ayudarla.

"Un minuto" susurró ella.

"¿Un minuto?" ladeó la cabeza con confusión.

Ella sólo asintió.

ChériDonde viven las historias. Descúbrelo ahora