Gustos familiares

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Cuando tenía 8 años mamá me encontró jugando con los zapatos de la señora Calvin, que había tomado prestados. La escena debió haberla perturbado tanto que me arrebató el par de tacos, me golpeó ferozmente y me encerró en mi pequeño cuarto.

Cuando papá llegó del trabajo, después de un rato, entró en mi habitación; yo estaba acurrucado y temeroso en un rincón. Con gesto calmado me atrajo a su lado y dijo: "disculpa a tu madre por su exabrupto, hay cosas que no comprende bien. No te avergüences por lo que hiciste, es muy normal que te sientas atraído por cosas como los zapatos de una dama". Y ahí me explicó sobre los fetiches. Aunque era un niño, entendí con bastante claridad lo que me decía. Luego continuó: "aunque es totalmente normal, no es bien visto por la mayoría, así que debes hacerlo a escondidas". Prosiguió, tras mi pregunta de si tenía él algún fetiche, a contarme el suyo sin reservas, y finalizó así: "te gustaría ayudar a papá con eso". No puedo expresar la felicidad que sentí, adoraba la idea de pasar tiempo con papá.

Y hoy, 36 años después, tras la muerte de mi querido padre, aún lo recuerdo manteniendo vivo su placer oculto: coleccionar pies de niñitas.

La hora del CuervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora