[ 01: LA HUÍDA ]

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Capítulo 01 • La huída

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Capítulo 01 • La huída

1 año después

Un manto oscuro se posaba sobre el cielo. La noche estaba más opaca de lo normal, pero las estrellas brillaban como nunca. En las calle se escuchaban los ruidos de los autos a toda velocidad y en la ventana, las luces destellantes que yo tanto admiro se ven mas claras que el día de ayer.

Hoy no es un día usual. Es miércoles por la noche, el día de la semana  donde se supone que es mi ''día de descanso'', aunque mi padre siempre se empeña en llevarme a hacer alguna u otra cosa que me resta al menos, toda una mañana o una tarde.

Siempre terminaba ganando.

Mi cuarto no estaba tan helado, pero si lo suficiente como para hacerme temblar. No estaba acostumbrada al frío, ya que, en comparación a todos mis hermanos, yo soy la más pequeña y la más  delgada. Con 12 años, mido 1.35, pesando 28 kilos. Es preocupante para mi salud, pero demasiados doctores le han dicho a padre que estoy bien y que simplemente, mi cuerpo es así.

Estoy sentada en el piso, mientras que en mis piernas descansa un mapa doblado en cuatro. Debo admitirlo, me encuentro muy nerviosa. Mi estomago se encuentra retraído y mis manos tiemblan mientras observo el reloj de la pared el cual parecía moverse cada vez más y más lento. ¿Por qué el tiempo se demoraba tanto en avanzar?

Soy Amelia Hargreeves y soy una cobarde. Es una cosa que descubrí hoy de mi misma. Jamás he podido decir que no a algo, por más que quisiera hacerlo. Desde que tengo memoria, solo acato ordenes, soy un reflector para los medios. Todos se fijan en lo que hago, en lo que no, en como me visto, en como sonrío. Cada semana es distinta a la anterior, pero a la vez bastante parecida. Los domingos de cada semana, Vanya y mi padre llegan con el cronograma que debo seguir a la pie de la letra. Los días lunes suelen ser menos agitados, usualmente solo debo hacer entrevistas o posar para revistas, donde se habla acerca de ''mi perfección'' y como supuestamente soy el orgullo de mi padre. Vuelvo a casa a las 7 de la tarde, donde finalmente padre me deja tranquila hasta el día siguiente. Mi tiempo libre trato de pasarlo con mis hermanos, pero la mayoría de las veces soy completamente ignorada por ellos, así que disfruto hablar y pasar el tiempo con Cinco.

Traté de abrazarme a mi misma para entrar en calor, pero fue en vano ya que el temblor seguía ahí, solo que ahora no era capaz de identificar si era por miedo o por el frio. Me quedé mirando el reloj unos segundos más, hasta que por fin dio con la hora. Las 11 de la noche en punto, era mi momento.

Me quité los zapatos y los guardé en mi mochila, junto al mapa y un par de bocadillos, porque si bien, no estaba segura de lo que estaba haciendo, no quería que él pasara hambre. Con cuidado, abrí una botella de agua y vertí un poco de ella en mi mano derecha, quedando ésta completamente empapada. Cerré los ojos y me concentré, para luego deslizar con cuidado la mano goteando por encima de donde duermo. Pasados unos segundos, una ilusión se reflejó frente a mi, era yo, durmiendo plácidamente. La mitad de mi trabajo estaba hecho.

Volví a mojar mi mano derecha y con la izquierda abrí la puerta que daba al pasillo. Afortunadamente, mi otra parada era la habitación de al lado, por lo que no fue mayor complicación. Entré cautelosamente y un olor familiar se impregnó en mi nariz, inconscientemente sonreí y me dirigí a la cama azul que se encontraba al medio del cuarto. Estaba vacía  y había una nota que decía:

''Sabía que lo harías''

Suspiré ante eso para luego acercarme más y hacer el mismo procedimiento que había hecho en mi habitación. Cerré los ojos y me concentré, mientras pasaba mi mano derecha por encima del lecho. Cuando abrí los ojos, la ilusión ya estaba creada. Al menos, nadie sospecharía nada.

Bajé las escaleras con temor a encontrarme con alguien y gracias al universo, no había nadie.

O eso creí.

Una voz familiar se escuchó en mis espaldas y en ese momento, sentí realmente que era el miedo.

—¿A donde te diriges a esta hora, hermanita? Tus prendas no hablan muy bien de ti.

Me giré para ver quien era y ahí estaba. Luther Hargreeves, también conocido como número uno, como el líder de la academia o para mi, como  uno de mis mejores amigos. Antes de que yo comenzara a pasar más tiempo con Cinco, siempre jugábamos juntos. Ahora estamos un poco alejados pero aún así, nuestra relación se sigue llevando bastante pacifica. Y si puedo decir otra cosa, tiene razón en lo que comentó, ya que voy vestida con un hoodie negro y unos jeans apretados con mucho desgaste. Tampoco puedo hablar de mis zapatos, ya que no los traigo. Cualquier persona que me viera pensaría que soy una niña huérfana, no una chica de revistas.

—Puedo responderte con la misma pregunta. ¿Qué haces tú a esta hora y, por qué Allison está atrás de ti, haciéndome señas? —Respondí, con un poco de audacia en la voz.

Luther se sonrojó y se dio la vuelta rápidamente, pero, ¡Sorpresa! En realidad no había nadie y para  cuando mi hermano se percató de eso, ya era muy tarde. Bajé las escaleras tan rápido como pude y corrí tan velozmente como mis pulmones me lo permitieron. Abrí la puerta y lo último que alcancé a escuchar fue un grito de Número Uno en la escalera, el cuál probablemente me regañaría el día de mañana.

—¡Esta es la única vez que te salvo el trasero, Amelia Hargreeves!

—¡Esta es la única vez que te salvo el trasero, Amelia Hargreeves!

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Pressure • Cinco HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora