XXXII

193 45 15
                                    

         Jeong Han y yo pasamos casi todo el día conversando sobre los extraños sucesos que nos rodeaban, intentando encajar todo en un rompecabezas imaginario. 

         Él me contó sobre aquella vez que llegó tarde a la oficina, explicando que llevaba días soñando conmigo, de la misma forma que el tiempo antes de conocernos. Incluso confesó que por un momento llegó a odiar toda la situación por no lograr decifrar por qué rayos yo continuaba apareciendo en sus sueños.

         También me aclaró lo ocurrido aquella vez, en el hotel de China, en la que apareció en mi habitación muy tarde por la noche. Efectivamente, había despertado de un sueño muy parecido a los que tuvo con su padre, pero conmigo. 

         —Ese día también pensé en la posibilidad de que podría haberte pasado algo, así que necesitaba asegurarme —dijo con honestidad—. Pero ahora, supongo, empieza a tener algo de sentido.

         Finalmente decidimos hacer una línea cronológica con todo lo que nos pareció relevante para resolver el misterio; comenzamos con una pequeña hoja de papel y acabamos con un montón de hojas que, juntas, hacían la extención de casi toda una pared.

         Allí nos encontramos contemplando pensativos la cronología de los hechos, cómo las cosas que le sucedieron a Jeong Han se entrelazaban con las mías. Eso definitivamente debía ser obra del destino, o algo así.

         —Esto es... —dijo Jeong Han, cruzando sus brazos mientras movía su cabeza hacia un lado.

         —Demasiado —acabé yo.

         —Aburrido.

         —Sí... Espera, ¿qué? ¿A qué te refieres con aburrido?

         —Si todo esto debía pasar porque era nuestro destino, entonces es aburrido. Nada sucedió por decisión nuestra.

         —¿Así lo ves? —pregunté, sintiéndome algo dolido—. Y yo que comenzaba a verlo como algo un tanto romántico.

         —¿Pero acaso no te preguntas si todo lo que dijimos e hicimos en el pasado fue porque así debía ser, porque el destino lo decidió?

         —No realmente.

         —Incluso lo que estoy diciendo ahora fue determinado desde antes —continuó Jeong Han, como si no oyera lo que yo dijera—. ¿Y qué tal si somos como dos personajes de una novela, donde el escritor lo decide todo? ¿No te parece aburrido?

         —Jeong Han, basta —lo detuve entre risas, tomando sus hombros para obligarlo a mirarme—. Creo que estás dándole muchas vueltas al asunto.

         —Tal vez, pero es que... No lo sé, se siente extraño.

         Mis dientes se encajaron en la esquina de mi labio inferior mientras pensaba en alguna solución. 

         —¿Qué tal si nos tomamos un tiempo? —pregunté con cautela, y Jeonghan arrugó su entrecejo como si no comprendiera—. Hemos sido desconocidos, hemos sido amigos y fuimos, por una sola noche, amantes. Podríamos ser, por primera vez desde que nos conocimos, simples compañeros de trabajo, entonces tendremos tiempo para pensar si esto es lo que verdaderamente queremos.

         —Tiene sentido... —dijo él, sintiéndose más tranquilo—. Y si no funciona, siempre está la posibilidad de que acabemos siendo amigos, ¿verdad? 

         —Claro que sí, Jeong Han. 

         Porque ¿qué era lo peor que podía suceder? ¿Que acabemos siendo sólo compañeros de trabajo? ¿O unos completos desconocidos?

         Oh, mierda.

The Perfume On You | JeongCheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora