Soledad

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Después de una cansada jornada, por fin estoy parada en la puerta de mi casa mientras sostengo las llaves sin saber aún si realmente quiero entrar. Reviso la hora, la verdad no sé para que lo hago sí sé que de hace mucho tiempo a esta hora nadie está en casa; sólo vivo con mi madre y ella en realidad no pasa mucho tiempo aquí.

Mis piernas sudan bajo la falda que traigo puesta, es verano y el calor en la ciudad y el transporte público es insoportable. No sé qué es lo que necesito pensar tanto, estoy cansada, sudada, sucia y tengo la casa para mí sola.

Hay un silencio perpetuo en toda la casa, excepto por el golpe de la cola de mi perro en la madera de la mesa, quien me recibe cariñosa, pero no eufóricamente, lo entiendo, es un viejo casca rabias, pero me quiere.

No crean que me molesta el silencio o la soledad, o que preferiría que mi madre estuviera en casa más seguido. La verdad me transmite bastante paz, y pues estoy acostumbrada desde pequeña a pasar tiempo conmigo misma, y en realidad si disfruto de mi propia compañía.

Luego de poner agua y comida a mi perrito decido poner música. He tenido tanto que hacer, tanto que estudiar y trabajar, y bueno, muchas cosas que me mantienen bastante ocupada, que toda esta semana me he estado dejando de lado en muchos aspectos.

Enciendo la ducha dejando el agua caliente salir mientras me desvisto; siento mi piel pegajosa y húmeda, lo único que quiero es percibir un poco de agua sobre mi cuerpo.

Finalmente, las gotas de agua penetran mi cabello llegando a mi cuero cabelludo, bajando por mis pómulos, pasando por mi mandíbula, mi cuello y espalda, rozando mis pechos, rodando desde mi abdomen hasta mi pubis y piernas. Suspiro por el alivio y la satisfacción que supone al fin poder estar en mi casa y bajo la ducha. Comienzo a lavar mi cabello, masajeando la piel de mi cráneo, prácticamente acariciándolo; juego con la espuma en mis manos, esparciéndola por mi cuello, pechos y muslos. Doy un suspiro aún más fuerte.

Subo un pie sobre el borde de la bañera y abro los labios de mi sexo para dejar que el agua corra entre sus pliegues, limpiando su sudor y fluidos del día. Mientras el agua pasa a través de ella vuelvo a jugar con mis pechos; los toco suavemente con las yemas de mis dedos, me encanta la forma lenta pero efectiva en la que tocarlos me enciende; con un sólo dedo dibujo círculos en ellos, cada vez acercándome de forma cautelosa a mis pezones; los tomo con mi dedo anular e índice en forma de pinza, los froto entre ellos y no puedo más que estremecerme y apreciar como mi respiración y pulso comienzan a agitarse.

Me detengo un momento y dejo que el agua aclare lo que tengo en el cabello, para luego ponerme jabón. Como era de esperarse, mis manos toman vida propia y reclaman contacto con mi vulva.

Me encuentro con mi hinchado clítoris, me gusta jugar con él entre mis dedos, frotarlo en círculos lenta y rápidamente; acariciar los alrededores de él, mis muslos, la piel cerca de mis labios, mi abertura...

Estoy húmeda, y no es por el agua que cae desde la ducha, soy yo, son mis fluidos los que me empapan, viscosos, trasparentes, a veces un poco espesos, un poco ácidos...

Me resbalo por mi vulva hasta la entrada de mi vagina, dibujo círculos en ella, mojo mi dedo con la humedad ya presente en toda la zona, y sin más, los introduzco en mí. De inmediato busco aquel ese punto rugoso que tanto me gusta tocar y que sea tocado. Mi interior es cálido, resbaloso, podría decir también. Mis dedos se deslizan con facilidad a través de mi vagina.

Comienzo lento, torturándome con paciencia, haciéndome desearlo, haciéndome rogar. Cierro los ojos además de dibujar una pequeña "o" con mi boca. Imagino sus manos tomándome por la cintura, dios, como extraño el tacto de su piel; El roce de sus labios detrás de mis orejas susurrándome cosas que sonrojarían a cualquiera; sentir la forma progresiva en la que su respiración y latidos incrementaban, sus pezones duros rozándome la espalda, como desearía ahora mismo tenerlos en mí boca, como desearía poder tener cada centímetro de ella sobre mí, cada uno de sus nervios dispuestos a dar y recibir placer; mojada y tibia gracias al agua que cae sobre nosotras.

Mis suspiros se transforman en pequeños gemidos. Hablo conmigo misma como si fuera alguien más, me pido diferentes ritmos, me suplico y apruebo mis propios movimientos, pidiéndole a mi fantasía de ella que no los cambie.

Pronto mis pequeños sonidos contenidos comienzan a convertirse en algo más grande, algo que siento que no voy a poder controlar. Simplemente paro y me niego el clímax.

Inmediatamente me apoyo en una pared de la ducha, intentando recuperar el aliento, después de haber pasado un rato tapándome la boca e inconscientemente aguantando la respiración.

Fue fantástico, pero, ¿Por qué mierda sigo fantaseando con ella? De cierta forma me enoja muchísimo que después de todo lo que pasó, y que en un pasado cercano me dijera miles de veces que no tengo porqué extrañar algo que me hizo mal, en el fondo, aún extraño muchas cosas de ella. Y a pesar de todas las veces en las que me he preguntado, he reflexionado sobre mí y ella, y lo que siento... sentía por ella aún no sé distinguir, si la amaba realmente, si era sólo dependencia, o simplemente estoy obsesionada.

Me paro en seco. De verdad la semana que tuve fue muy dura, no quiero pensar las cosas ahora. Estoy exhausta para pensar. Simplemente no quiero luchar con lo que siento o no siento, sólo quiero pasarla bien un rato sin cuestionar las cosas . ¿Es tanto pedir?

Para terminar, simplemente decido darle en el gusto a la parte negada de mí en todo esto, y simplemente le doy cuerda y libertad al extenso número de fantasías que tengo.

De mi ropero saco una caja de zapatos un poco magullada, dentro de ella hay una bolsa de tela grande, la dejo sobre la cama, mientras me seco un poco el cabello y el cuerpo. Voy a cambiar la música y la pongo un poco más fuerte esta vez, por último, cierro todas las ventanas de la casa y me encierro en mi cuarto.

Tomo la bolsa y de ella saco un dildo de un tamaño normal y algo delgado. Lo miro con una mezcla de melancolía y más que nada felicidad, al pensar en todas las situaciones en las que estuvo presente con y sin otra persona. Y melancolía combinada con calor, al recordarla amarrándoselo a la cintura mientras me recorría el cuerpo con la yema de los dedos y me preguntaba en un tono bajo, pero de alguna forma decidido, si es que estaba lista.

Con el chupón que tiene en la base lo pego al respaldo de mi cama, no sin antes chorrearle un poco de lubricante para hacerlo, pues mejor ¿no?

Me arrimo al respaldo. Lo posiciono justo en mi entrada, y de a poco comienzo a moverme hacia atrás para introducirlo cada vez más en mí. Percibo como lentamente se abre paso, e inmediatamente los recuerdos me invaden y vuelvo a mi mundo de fantasía en donde sólo somos nosotras dos.

Ella me sostiene desde la cadera y está encorvada sobre mí, huelo su cabello que cae como una cascada por un costado de su cabeza, mientras me pregunta si estoy bien y si me gusta así. Siento, sus cortas uñas enterrarse en mi piel, mientras me penetra de forma lenta pero firme. Dios mío, como movía la cadera esa mujer; hacía que cada estocada se sintiera como si lentamente me estuvieran taladrando el cerebro de placer. Bueno, no sólo el cerebro, todo el cuerpo, más bien.

Al poco tiempo comienzo a suspirar, a dar pequeños gemidos, a ella les encantaban, recuerdo la forma en la que me acariciaba y me provocaba al momento en el que comenzaba a hacerlo, de la forma en la que me pedía que lo hiciera más fuerte, que me olvidara de todo y que simplemente me entregara a las sensaciones, que me entregara al placer y al momento; El recuerdo del olor de su cuello, lo esponjoso de su cabello, el tacto de su piel, la textura de sus pechos y pezones dentro de mi boca, frotándolos contra mi lengua, el sabor y el calor de su sexo, el sentir su cuerpo estremecerse bajo mis manos, con mi boca incrustada en su vulva; La sensación de su lengua fundiéndose conmigo, derritiéndome lentamente sobre ella, perdiendo el control de mi cuerpo; acariciar su cabeza mientras ella me acariciaba el culo y me succionaba; sus dedos dentro de mi...

El ritmo con el que me penetro con el dildo se intensifica, así como mis sonidos y mi respiración. Nuevamente estoy cerca y esta vez no pienso decirme que no. Lo más rápido que puedo lo despego del respaldo para controlarlo con mi mano, me recuesto y subo las piernas, las veo temblar y las siento débiles. No quiero parar. De la nada una de mis manos anhela ayudarme y acariciar frenéticamente mi clítoris. Estoy tan cerca...

Y finalmente como caído del cielo un orgasmo bastante intenso me invade, una corriente recorre mi cuerpo completo y un calor intenso se apoderan de todo mi sexo, gimo fuerte, respiro agitada, tiemblo.

Me gusta tanto disfrutar de mi cuerpo. Pero como odio seguir pensando en ella.

El misterioso arte del amor propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora