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La verdad es que después esa de noche, frecuentar a Taehyung se sintió como algo normal, cotidiano, como si toda la vida hubiese tenido que ser así.

Se levantaba en las mañanas y le debaja un mensaje con alguna pregunta tonta: el clima, un evento histórico o un mal chiste, sin embargo, Taehyung siempre era un entusiasta de los temas de conversación esporádicos y le seguía el jueguito de inmediato.

No lo apartó más, bueno, digamos que lo incluyó mucho después de eso.

Jungkook preparaba la comida por la tarde y guardaba todo en un juego de topers que su madre le había regalado alguna vez, pero que jamás había usado. Nunca había cocinado para nadie más que no fuera Taehyung, o Holly, un par de veces, así que, ponía todo su esfuerzo en ello.

Cuando llegaba al hospital se sentaba en el comedor del lugar a esperar a Taehyung, que si tenía suerte no tardaba mucho en llegar, ambos comían juntos en medio de risas y a veces hasta en silencio, porque incluso el silencio era cómodo. No obstante, otros días Taehyung no llegaba y a él le tocaba dejarle la comida con una chica muy amable que atendía la cafetería.

Jungkook entendía su apretada agenda, por ello, se escurria en el tiempo de Taehyung todo lo que podía, así que, esas comidas de no más de treinta minutos le sabían geniales.

De vez en cuando Taehyung la pedía que pasara por él al trabajo y se sentía genial ver que el mayor no llevaba auto, como si desde que decidió dejarlo en casa ya hubiese tenido en mente verlo. En el camino escuchaban música que al mayor le gustara y siempre conducía con el cristal arriba, para que su voz y su olor se quedara completamente guardado; funcionaba, incluso cuando su amigo bajaba del auto, seguía muy presente.

Tener a Taehyung tan cerquita era una sensación increíble.

Le gustaban esos almuerzos rápidos, los mensajes tontos, sus llamadas donde su voz sonaba mucho más sensual y el sentirla en su oído casi le adormecia de una manera única. Le gustaba salir con él a cualquier lugar, a hacer cualquier cosa.

Jungkook tenía un día a la semana para su completa atención. Taehyung desde temprano se reunía con él y visitaban museos, cine, teatro y restaurantes, otros tantos días más se sentaban sólo en el parque después de caminar.

Eran cosas pequeñas, como el verlo acomodarse un mechón de cabello, sus manos de dedos largos, las mejillas suaves y las muchas maneras en las que se expresaba con su rostro. Las muecas, el ceño fruncido, los pucheros y cada una de esas expresiones precisas y hermosas.

Cosas simples, su voz, su risa, era divertido, hablador hasta los codos, interesante, muy inteligente, pero sobre todo, un buen hombre. Tenía una manera en que observaba todo de manera meticulosa. Taehyung era un amante de los detalles y a Jungkook le gustaba mucho verlo mientras analizaba algo.

Taehyung se detenía a devolver una sonrisa amable que recibía, daba las gracias y siempre que llegaba saludaba. Se detenía a ver a los músicos callejeros, acariciaba a los perros que veía y trataba de alegrar a cualquier persona que estuviera a su paso. Era de esas personas que le sonreía y hacía muecas a los bebés, de esas que amaban el olor de las flores y que bailaba con la música del supermercado que la mayoría de las personas suelen ignorar.

Y esas cosas pequeñas y cotidianas de Taehyung, para Jungkook significaban un montón de vida y luz que no había encontrado en nadie más que en él.

Así que, esa noche, cuando ambos sucen y Jungkook comienza a conducir para ir a dejar a Taehyung a casa, piensa que su propio departamento queda aún más cerca.

-¿Por qué no te quedas? Es tarde y está lloviendo. -dice concentrado en conducir con una mano y estira la otra para acariciar el cabello de la nuca de su amigo, que se derrite con el gesto.

Plantado [KV] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora