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El recuerdo vivo de cuando sus padres le llevaron a su nueva habitación cuando era tan solo un niño, vive grabado en su corazón como uno de los episodios más felices de su vida.

Taehee y Wheein siempre fueron unos padres amorosos y de esos que demuestran el afecto como si fuese la cosa más normal del mundo; y es que de hecho, para los Kim, lo es.

Taehyung creció con unos padres afectivos y muy amorosos, y eso le enseñó que desenvolverse siempre le iba a ser efectivo. Esa tarde los Kim lloraron mucho porque por fin habían podido comprar una casa propia y después de la mala racha que habían estado teniendo, les supo a gloria.

El hijo único de esa familia siempre había tenido presente el esfuerzo que sus padres ponían en cada cosa que recibía, y esa habitación no fue la excepción. Sus padres le dijeron que la decorara como quisiera y él pinto las paredes de amarillo, porque ese color le llenaba de calma y felicidad, además, por la mañana la luz del sol entraba por la ventana e iluminaba todo en conjunto con el color.

Esta mañana Taehyung abre los ojos y las paredes de la habitación que uso cuando niño, le reciben junto a los rayos del sol.

Despertar todos los días así le saca de alguna manera una sonrisa, pero las bromas de sus padres, la comida casera, la familiaridad de la casa y la sonrisa de las personas que ama, son también una ayuda para que esa sonrisa mañanera se quede allí hasta que la noche cae.

Y, de alguna manera, esa llamada esporádica de Jungkook también ayuda bastante.

Se levanta con calma y camina descalzo hasta el baño del pasillo, lava sus dientes y su rostro, hasta que finalmente baja y encuentra a sus progenitores bailando en medio de risas en la cocina de la casa.

—¡Se te va a caer eso y vas a llenar mi piso de mezcla, Taehee! —le regaña ella.

Taehyung se ríe al ver a su madre pelear con su padre que sostiene un bol de mezcla que muy seguramente es para panqueques. La mañana es buena y los tres desayunan en medio de felicitaciones para la única mujer allí por su cumpleaños.

Más tarde, Taehyung les impide lavar los platos y les asegura que él se hará cargo. Los despide con una sonrisa porque ambos irán a pasar el rato por el cumpleaños de su madre y eso le sabe bien, que tengan un tiempo libre y solos es importante, pero aún así, ellos han prometido volver para partir el pastel con él porque eso sí que es una tradición.

Como aseguró, se hace cargo de la limpieza de la casa. Arregla todo lo que puede y limpia la cocina, aún descalzo y con la ropa de pijama. Está por terminar de acomodar los trastes limpios en su lugar cuando llaman a la puerta y sin molestarse por su apariencia, acude al llamado.

Y claro, Jungkook está allí.

Taehyung abre sin pensarselo y el rostro del hombre con el que ha crecido le recibe de inmediato. Está parado frente a él, con un enorme ramo de flores y una caja en la mano restante.

Está guapísimo, por supuesto. Fresco por la mañana como si no le pasaran factura las noches en las que no puede conciliar el sueño y con el cabello peinado cuidadosamente descubriendo su frente.

Y Taehyung... Él tiene los pies descalzos, la pijama y el cabello muy probablemente despeinado y hecho un desastre. Ambos se miran desde su lugar pero cuando Jungkook sonríe Taehyung quiere acercarse a él y abrazarlo hasta cansarse.

—P-por Dios... ¿Qué haces aquí? —le pregunta, con una sonrisa y se acerca para abrazarlo, pero todas las cosas que carga su amigo se lo impiden. Se ríe un poco avergonzado y le ayuda antes de invitarlo a pasar.

Jungkook lo sigue y mientras Taehyung pone en agua las flores, que no son un ramo si no dos, apenas puede reprimir su sonrisa e incluso sus lágrimas de completa felicidad por tenerlo allí, a su lado de nuevo.

Plantado [KV] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora