El extraño

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Ya voy cansada, mis pies no dan más, me duele todo el cuerpo debido a los golpes y caídas. Está muy oscuro, la única luz es la luna, voy corriendo entre unos árboles, ya estoy tropezando debido a que mis piernas tiemblan y mi cuerpo no aguanta más. Salgo del improvisado bosque y en frente de mi hay un potrero de puro pasto, el cual me llega hasta la cintura. Miro hacia atrás asustada sin dejar de correr y ahí viene, aun me sigue. No lo veo pero lo puedo sentir.

Llego a un campo y se me atraviesa una gran verja de madera, comienzo a escalarla sin detenerme a pensar pero eso al ser mucho más grande que yo me toma de los hombros y me tira al suelo, se mueve de una manera muy rápida, de seguro se divirtió persiguiéndome. Me inmoviliza de inmediato y no logro verlo, nunca lo logré. De un momento a otro quedo inconsciente sin siquiera sentir dolor alguno.

Despierto de un salto, como cuando te estas quedando dormido y sientes que te caes. Me siento en mi lugar y observo a mí alrededor, es una habitación metálica, bastante limpia, sin ventanas, con un catre a una orilla, un pequeño ropero y veo una puerta de barras de fierro y otra de metal.

Me paro tambaleante y en silencio, comienzo a caminar despacio y giro la perilla de la puerta de metal esperanzada de que sea una salida, hay una ducha, un inodoro y un lavamanos, es solo un baño. Camino al otro extremo, donde está la puerta de barras e intento mover el pestillo, pero por más fuerza que haga en mi intento no puedo moverlo, lo inspecciono con la mirada y no tiene ni si quiera un candado que lo detenga.

Acerco mi cara a los fierros para ver qué hay afuera pero solo veo negro, no logro ver nada. Tomo una barra en cada mano y comienzo a agitar la puerta y a gritar con todas mis fuerzas.

Nada, no pasa nada y no viene nadie. Hay un absoluto silencio, un silencio aterrador.

Me acerco al catre y me recuesto mirando el metálico techo, pongo mis manos sobre mi estómago, siento un miedo horrible, debo recordar qué fue lo que me sucedió.

Me siento y observo la casi vacía habitación, tengo esa sanción de que me están observando, esa familiar sensación. Miro a todos lados y me detengo en un lugar.

La puerta metálica la dejé abierta y desde mi lugar veo que en la pared del baño, frente al lavabo hay una pequeña perilla. Me paro y me acerco rápidamente a abrir lo que parece ser una puerta.

Solo me encuentro con un espejo, con mi reflejo, mis rulos van en todas las direcciones, mi piel morena se ve sucia, mis verdes ojos cansados y se me notan las ojeras, mis gruesos labios están rotos, como si... Como si hubiese peleado con alguien, pongo mi mano izquierda en mi rostro y la arrastro a mi cuello, me duele un ojo y la mejilla, me acerco más al espejo y lucen casi moradas. Observo mi ropa por primera vez y noto que estoy en pijama, está sucio con tierra y hojas, estoy descalza pero no tengo frio. Al parecer el lugar esta calefaccionado.

Me miro directo a los ojos y comienzo a recordar. ¡Ahora lo recuerdo todo!

Todo comenzó una noche, me fui a acostar más tarde que mi familia y desde mi ventana vi unas luces, me acerqué a mirar por curiosidad pero al moverme desaparecían. Me quede en mi lugar mirándolas fijamente, primero eran dos, una más grande que la otra, luego aparecieron tres más. Se movían de apoco, desaparecían y volvían a aparecer.

Como vivo en un campo pudo haber sido gente que anda cazando por la noche, pero las personas vuelan ni se mueven así.

Cerré puertas y ventanas de la casa y volví a mi lugar a observarlas un buen rato, me sentía hipnotizada, me sentía atraída a aquellas luces, pero también tenía miedo.

Estuvieron tres noches apareciendo por mi ventana, no tenía ni la menor idea de dónde venían, se veían lejanas pero a la vez cercanas.

Cuando no las vi no me preocupé, desde ahí comencé a perder el miedo de salir sola por las noches, sentía que me observaban y aun que mirara hacia todos lados no había nadie.

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