Las palabras duelen... ¿Sabes?

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Bueno la sala... no merece ese nombre. Era ENORME. Lars me explica que se hace aquí y me desconecto -adoro la forma en la que cuando un tema no me interesa, entro en un mundo a quilómetros de mi-. Y así pasaron las horas...

Después de ver las miles de "salas" (sala A, sala B, sala C... nada originales con los nombres), los ordenadores, y pantallas con planos de edificios importantes y fotografías de personas... quiero descansar un rato pero Daniel no me lo permite. Se supone que debo comenzar hoy con mi entrenamiento.

-¡Lil, camina más rápido!-. Me grita Lars desde el otro lado de otro interminable pasillo.

Y desde ahí cuento: Uno a la derecha, dos a la izquierda, otros dos a la derecha... y me pierdo totalmente. No soy capaz de orientarme en medio de este laberinto de piedra, raíces y eco de pasos de quizás cientos de personas retumbando en mis oidos.

En cuestión de segundos entramos en una habitación dos veces más grande que mi antigüa casa no te olvides de hablar con Daniel o con Arch sobre el cambio repentido de vivienda, Lars no está en labor de hablar contigo.

Las puertas de esta son de un metal pesado, hay que hacer fuerza para abrirla. Hay de todo aquí dentro... sigue sorprendiendome que en un bosque pueda hayarse un mundo paralelo al de la ciudad y la humanidad entera.

Observo una estantería que está a mi derecha. Está llena de pistolas a corta distancia, de fusiles, metralletas... no es la primera vez que veo una. Pero no tengo el suficiente valor como para cogerlas.

- ¿Es con esto con lo que voy a entrenar?- trago saliva, me cuesta respirar-. Po..porque yo nunca...

- Si Lil, con esto entrenarás. Si ves que no puedes seguir el ritmo ya sabes que pasará.

Se nota que Daniel tiene mucha seguridad en si mismo. Lo demuestra con una voz fría, autoritaria, sus gestos son mecánicos y no dudosos...

- Pense que solo bastaría con aprender a luchar, no a... -. Miro a una pequeña pistola- disparar.

Se siente fría contra mi sensible piel.

Se siente peligrosa.

Se siente poderosa...

"Ni tu ni nadie tiene derecho a elejir el destino de los demás, solo así conseguirás el desprecio hacia tí misno y a los que te rodean." Le había dicho una de las señoras mayores que nos cuidaban en el orfanato a un niño de mi edad llamado Marcos. Había escuchado que a la hora de comer en la mesa 8 hubo un conflicto con algúnos niños de la mesa contigua, pero no les conocía e hice bien en no hacerlo.

-Por dios, ¿Se puede saber en que estas pensando?

Miro a mi alrededor para saber si se refiere esa voz a mi. Lars me mira con mala cara. Esta enfadado, pero más dolorida y cansada estoy yo. Por una vez me permito ignorarlo y no le contesto. Miro a Daniel, que este se turna para mirarnos a Lars y a mi.

-¿Empezamos?

Daniel me mira sorprendido.

-Cuando quieras.

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¡Dos horas... me ha costado dos simples horas -una pérdida de tiempo para mi y para Lars, que me entrena- para aprender a esquivar cuchillazos!

No es que me resulte útil para la vida cotidiana pero dicen que es lo más básico ... me da miedo pensar que es lo más difícil que tendré que hacer.

Por suerte mañana es sábado... Olvidas que tienes que saber dónde está "TÚ" casa nueva. No lo recordaba...

-Lars, ¿Sabes dónde puedo encontrara a Daniel? Tengo que hablar con él.- se ve incómodo cuando le pregunto eso y frunce el ceño.

Por unos segundos no me contesta.

- Si tienes algo que preguntar, que sea a mí. Ya se habrá ido a su casa.

No quiero hablar con él después de que me sugiriera con indirectas que no sirvo para esto. Noto un dolor muy agudo en el pecho cada vez que pienso eso. Disperso eso por unos momentos de mi mente.

-Prefiero que no sea así.

Se sorprende. Conseguí que se sorprendiera de mi comentario.

-¿Por qué no?

-Prefiero que no sea contigo. Soy la señorita- levanto dos dedos para hacer el gesto de comillas -. "Estoyenestelugarsoloparasacarinformaciónaunaltomandodelgobiernoquetengocomojefe" y no porque pueda servir de algo en este trabajo, o sea molesto.

-Antes... antes no te quise decir eso. Es que... no es fácil hablar contigo. Te cierras.

-Desde que has entrado a mi casa y te recuerdo que fui yo quien te invité, intenté abrirme todo lo que puedo a ti ¿vale?

Será invecil.

-Oh... no pensé que dijeras eso nunca.

-No te ilusiones. No es ninguna declaración de amor. Quiero irme a casa ya.

-De acuerdo...

Recoje sus cosas y las mete en una mochila de la que no me di cuenta antes.. no recuerdo que la llevara encima.

Yo llevo puestos unas mallas y playeros de deporte. No recordaba que me lo habían prestado.

-Esa ropa ahora es tuya, al igual que la casa y todo lo que esta contenga. -La voz de Daniel resuena por todo el gimnasio.

-¡No puedo aceptar tales... cosas!

-Lo harás. Es parte de esto.- y se oye un pequeño 'click' en señal de que por hoy no volveré a oirle.

Un día sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora