Es imposible llevarnos bien ( 5 )

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Silencio, era lo único que mediaba entre tan particular dúo mientras recorrían los alrededores del dojo, contemplando la vegetación y naturaleza tan cotidiana para uno pero muy refrescante  para Reiko, quien trataba de familiarizarse con el entorno mientras Iaian se enfocaba en terminar con rapidez el encargo que le había dejado su maestro, pues por su cabeza no pasó ni remotamente el hecho de que el pelicastaño se quedaría a vivir con ellos por un tiempo indefinido a petición Bang, pero esto podría aprovecharlo para retarlo una vez más y mostrarle su gran mejoría en estos últimos dos años, y esta vez por fin le ganaría, porque eso era lo que caracterizaba su relación, una gran rivalidad alimentada por el pasar del tiempo.

—Esta es tu habitación —finalizó, señalando una de las tantas puertas corredizas que había en el pasillo interior del dojo.

—¿Hay más discípulos a parte de ustedes? —preguntó la de orbes avellanas, quien se había percatado de que para ser un dojo grande, nunca se encontraron más personas durante todo el trayecto.

—Sí,  es solo que hoy es el dojo está inactivo, a partir de mañana volverá con sus funciones habituales —explicó con su característico semblante serio.

—¿Sabes?, no me mostraste dónde está la cocina —replicó cruzándose de brazos— .Ni los baños, cuanta incompetencia de tu parte que no eres capaz ni tan siquiera de dar un buen recorrido —Le regañó en tono burlón, sin poder evitar sonreir ante la poca paciencia que mostraba el rubio frente a ella.

—Si tanto quieres saber dónde están mejor búscalos tú, ya me cansé de perder el tiempo contigo, tengo cosas mejores que hacer.

—Claro, como mejorar tu actitud por ejemplo —bufó divertida.

El ojiazul respiró profundo, en busca de algo llamado paciencia.

—Bien ¿quieres alargar el recorrido?—La tomó del brazo con algo de brusquedad para así tirar de ella y obligarla a caminar por los largos pasillos— .Vamos a alargar el recorrido.

Y eso hizo, mostrándole con exactitud todos los lugares del extenso dojo, tanto interiores como exteriores con lujo de detalles.

—Y allí queda el tercer árbol de izquierda a derecha en el área este de la zona de descanso —concluyó soltándola por fin luego de lo que Reiko estimó cómo mucho tiempo.

—Tampoco tenías que ser tan extremista. —Le reprochó, llevando su mano a la zona que antes el rubio había sujetado, le dolía un poco y una marca roja se hacía presente en su blanca piel, cosa que no pasó inadvertida ante los ojos de Iaian.

—¿Por qué tienes que tener la piel la tan delicada? —gruñó con hastío.

—¿Que yo tengo la piel delicada? No, lo que pasa es que eres un tosco. —Se defendió dejando escapar un suspiro, ojalá no se le amoratara el brazo.

Iaian guardó silencio con un extraño sentimiento de culpa inundando su pecho.

—Sígueme —pidió.

—¿Para qué? ¿Para que me muestres el cuarto árbol de derecha izquierda de la zona oeste? No, gracias. —Se autocontestó girando sobre su eje, dispuesta a marcharse sin siquiera mirar atrás cuando sintió que tomaron su muñeca, impidiéndole llevar a cabo lo que tenía pensado.

—Solo sígueme —repitió comenzando a caminar, tirando nuevamente de ella, pero esta vez procurando no hacerle daño.

—¿A dónde me llevas ahora? —indagó la pelimarrón al verse nuevamente dentro del dojo, recorriendo aquellos extensos pasillos.

—A mi habitación —respondió al  detenerse frente a una de las puertas corredizas, abriéndola con cuidado para luego hacerla pasar.

La de ojos avellana no pudo evitar recorrer con la vista aquel lugar, pues en cierta forma le daba curiosidad cómo sería teniendo en cuenta la personalidad tan introvertida e incluso engreída de aquel intento fallido de cabellero, como ella solía o mejor dicho suele llamarle.

Bajo las flores de cerezo  | Iaian |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora