Wang YiBo es el típico heredero millonario que se la pasa de fiesta, sin importarle otra cosa que no sea divertirse.
Xiao Zhan es el empleado modelo y es designado por el padre de YiBo para enseñarle el manejo de la empresa a su hijo.
Sinceramente les agradeceria que evitaran comentar cosas como:
Al fin...
Ya era tiempo...
Han pasado "x" años... etc.
Ya, tranquilas, aqui esta el capitulo final, leanlo, disfrutenlo y espero sea de su agrado.
*.*.*
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El corazón de Xiao se acelera al ver de frente al joven, YiBo por su parte esta asombrado porque jamás imaginó que Xiao llegaría a buscarlo.
— ¿Puedo pasar? ¿O me dejarás en el pasillo, YiBo? —le pregunta con una sonrisa nerviosa tratando de aligerar el ambiente.
—Yo... Hmm... Zhan Ge ¿Por qué estás aquí? —YiBo apenas puede hablar coherentemente.
—Por ti... —le responde suavemente —, ¿de verdad vas a dejar que me quede en el pasillo?
YiBo considera sus opciones y Xiao se asusta al ver la duda y el tiempo de respuesta del más joven y está casi seguro que el chico le pedirá que se vaya. —No, pasa Zhan Ge —el chico se hace a un lado para dejarlo pasar, y Xiao ve una pequeña luz de esperanza tanto por entrar a la habitación como por escuchar "Zhan Ge" nuevamente salir de los labios del más joven.
—Hermosa habitación —señala Xiao observando todo alrededor.
—Mn —es lo único que obtiene del menor.
Xiao se para en medio de la estancia esperando a que YiBo haga algún movimiento, pero después de cerrar la puerta el más joven se queda casi estático, así que a Xiao no le queda más remedio que dar otro paso: —YiBo, yo espero que estés más calmado, así tal vez podamos resolver nuestro problema —le dice con voz queda.
Ante la mención de la situación por la que están atravesando YiBo siente hundirse de nuevo, suspira y se dirige a un costado de la habitación justo donde una columna divide la estancia: baño y dormitorio, se deja caer sobre el piso de tatami apoyando su espalda en la columna de madera y cubre su rostro con sus palmas dejando escapar un sollozo. —Nuestro problema es que me mentiste —le reprocha con la voz amortiguada por sus manos.
