Three

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Draco sabía que tendría que haber salido corriendo apenas había visto a Potter.

Todo le camino hasta el pasillo del café se sintió observado, sumándole el echo de que, aparte de los tres empleados con los que se había cruzado, y a los que desafortunadamente conocía, no había encontrado a nadie más.

Ningún otro empleado, salvó los de las cajas, pero Draco sabía que debía de haber gente ordenando todo lo que los clientes desordenaban o reponiendo las cosas.

Para ponerlo peor, dónde estaba el café había un cartel que decía 'Bazar' y que él supiera el café no era parte del bazar.

Su afinada intuición le decía que si no salía de ahí pronto, algo realmente humillante iba a sucederle.

Cuando tomó el café y lo tiró en el carro, nuevamente importándole poco si este se rompía o no, se dió cuanta que habían cada vez menos clientes. Con el carro, y su ya olvidado miedo, se dirigió hasta el final del pasillo, desde donde podía ver la puerta con claridad.

Notó qué los clientes se iban, con sus compras ya hechas, pero que nadie entraba. O sea, si, había gente en la entrada tratando de ingresar, pero no podían. No los dejaban. Draco creyó divisar al que era el padre de los Weasley's oponiéndo resistencia en la puerta.

Definitivamente lo que pasaba no era normal, podían llamarlo paranoico, pero lo que estaba pasando no era normal.

Contando que sus padres parecían cómplices de lo que sea que estuviera ocurriendo, el que lo hayan mandado por café y azúcar cuando él en la mañana había revisado los estantes otra vez y si que habian paquetes de azúcar y él que solo compañeros suyos fueran empleados, y sus extraños comportamientos. Estaba entrando en pánico.

Claramente el salir corriendo ya no era opción.

Bien, tampoco era opción entrar en pánico y hacer un escándalo. Tenía que msntene una reputación, además ni que lo fueran a matar, simplemente le inquietaba el que no supiera que pasaba.

Miró una vez más el carro. Sería estúpido seguirlo llevando, para ese punto ya deberían saber que él sospechaba algo. ¿No? No podían ser tan idiotas.

Para ese momento sabía que debía de haber alguien mirándolo. Nadie puede tramar algo sin tener a su víctima a la vista.

Afortunadamente, desde pequeño había practicado una perfecta máscara de indiferencia, por la cual no había revelado ninguno de los sentimientos ni emociones que había sentido hasta ahora.

Por lo que si suponía bien, aparte de haber notado que el que había visto lo de la puerta, seguirían suponiendo que era un rubio idiota.

Que no sabía lo que pasaba y que por ende solo esperaba de la ayuda de Papi si se sentía en peligro.

"Perfecto"

Giró en carro y se propuso no caer en ninguna estupidez demasiado obvia.

Buscó a sus padres, quería comprobar si estos también lo creian tonto.

Tal y como habían dicho, estaban en la parte de los libros.

—Mamá.

—Hijo —logró disimular la sorpresa en sus ojos apenas está apareció— que rápido.

—¿No es raro? No hay casi nadie. —preguntó simulando inocencia.

—¿Qué? —A diferencia de su madre, él si sabía fingir emociones.

—Si...no hay casi clientes, ni empleados —habló nuevamente— pero mejor ¿No? Así nos podremos ir ya.

—Si, ya casi terminamos. ¿Puedes quedarte aquí un momento? Nosotros iremos a buscar lo que falta en la parte de los lácteos.

—¿Por qué no puedo ir?

—No es necesario, quedate quieto aquí. ¿Puedes? —habló su padre.

—Bien —habló fingiendo molestia.

Claramente no se iba a quedar ahí.


The supermarket [Harco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora