1.

535 32 1
                                    

Saliendo desde los interiores de la espaciosa edificación en la que estudiaba, Naruto Namikaze se dirigía hacia la salida de la preparatoria en compañía de dos de sus amigos, listos para ir a encontrarse con las concurridas calles. Sin embargo, los ojos del chico fueron a parar al auto que yacía perfectamente estacionado en frente de la entrada con aquel hombre cuyo rostro le era familiar esperándole apoyado en el capot del vehículo, afectando enseguida su estado de ánimo y derrumbándolo en cuestión de segundos, abriéndole paso a la irritabilidad.

Shikamaru Nara, uno de sus mejores amigos, al caer en cuenta de la situación, preguntó. –¿Hoy también tienes que tomar tus clases?

–Sí, se me fue totalmente de la cabeza. –Exhalando en un pesado suspiro, Naruto agregó. –Que me esté esperando casi todas las tardes estacionado ahí es un dolor de cabeza.

Imperturbable, Gaara le dio unas cuantas palmadas suaves en el hombro, esto en señal de ánimo. –Ya nos escribirás luego, pero por ahora creo que no te queda más opción que ir.

–Lo sé... Los veo mañana. –A continuación, Naruto se aproximó hacia el hombre que aguardaba por él y tras darle un fugaz saludo se acomodó a regañadientes en los asientos de atrás, esperando a que fuera el momento de partir.

Sabía muy bien cuál sería su próximo destino, en determinados días de la semana después de la escuela Iruka, el conductor del vehículo, venía por él, tener que ver su rostro con tal frecuencia era como el pan de cada día desde a mediados de la escuela primaria, aunque él no era un mal sujeto no podía evitar sentirse malhumorado de verlo porque sabía que, según órdenes de sus padres, debía llevarlo hasta aquella casona perteneciente a un amigo de su padre a continuar puliendo sus aptitudes musicales.

No es que odiase la música, al contrario, cuando era niño la música se volvió una de sus mayores fascinaciones al tener continuas oportunidades de asistir a varios recitales de música clásica, esto por influencia directa de sus padres.
Su madre, Kushina Namikaze, era una violinista bastante reconocida, mientras que su padre, Minato Namikaze, era conocido como director de orquesta, aquel camino que ambos desarrollaron en el mundo de la música fue razón suficiente para ellos para someterlo a tales clases particulares durante tantos años, no obstante, no todo era malo dentro de todo, por lo menos dejaron en sus manos la elección del instrumento en el que podría especializarse y no lo pensó dos veces para inclinarse hacia el piano, la melodía que dicho instrumento era capaz de producir era toda una maravilla para sus oídos, mientras que a veces podía ser armoniosa y angelical, otras podía ser intensa al punto de provocarte un escalofrío, erizándote la piel.

Guardó silencio durante todo el trayecto con la vista enfocada sobre su celular y en cuanto el vehículo se detuvo, se despidió rápidamente de Iruka y se bajó encaminando sus pasos hacia aquella estructura, ciertamente esta yacía a una distancia considerable de su ubicación inicial, el sector no estaba tan atacado por las típicas lujosas construcciones de la ciudad, era un aire completamente distinto, verdosos y altos árboles era lo primero que entraba en su campo de visión sin importar a dónde se girase.

–Llegas justo a tiempo, Naruto.

–Tal y como siempre, hazme el favor de decirme algo nuevo alguna vez. –Le contestó el rubio al alto hombre de cabello blanco y largo que salió a recibirlo.

Jiraiya, además de ser su instructor de piano, mantenía una estrecha relación tanto con su padre como con el dueño de la residencia en la que estaban y la verdad era un hombre agradable y carismático, pero en lo que respectaba a su trabajo... era bastante estricto, era como ver a dos personas completamente distintos, pero con un mismo rostro.

Soltando unas cuantas carcajadas, el hombre comentó. –Así que de nuevo han tenido que traerte a arrastras ¿eh?, para ser tan joven no tienes un humor muy bueno.

Al compás de la melodíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora