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–Bien, es suficiente por hoy, buen trabajo. –Anunció Jiraiya, ocasionando que el rubio adolescente que junto a él yacía detuviera de forma abrupta el ágil movimiento de sus dedos sobre las teclas del instrumento en que se especializaba en cuestión, cesando consigo el suave sonido que este emitía. –Tengo que decir que tu desempeño los últimos días ha sido lo bastante fructífero, supongo que eso amerita una felicitación por mi parte, para variar.

–Lo haces oír como si normalmente solo fuera un bueno para nada que se dedica a jugar a ser pianista. –Comentó el joven con evidente sátira mientras alzaba ambos brazos hacia el techo, esto con el propósito de estirar su cuerpo ya entumecido por el tiempo invertido sobre aquel banquillo en que yacía.

–Creo que tú mejor que nadie eres consciente de que puedes ser de todo menos un bueno para nada, a lo que refiero es que hasta hace poco solo venías a hacer exactamente todo lo que yo indicara y nada más. Ya sabes, como una marioneta. –El mayor no pudo contener las carcajadas que se acumularon en su garganta, dejando que estas resonasen en cada esquina del salón. –Tendrás que disculparme, pero sabes que algo de verdad hay en mis palabras, soy tu profesor al fin y al cabo y desde mucho tiempo, si se puede decir.

–Lo sé, no por nada he desarrollado la increíble habilidad de tolerar tu desagradable presencia y tu pésimo sentido del humor.

Nuevamente, las fuertes y sinceras carcajadas de Jiraiya denotaron presencia en el amplio espacio que los rodeaba a ambos. Independiente de las venenosas palabras que podían llegar a salir de vez en cuando de la boca de su joven pupilo, el mayor tenía muy en claro en el fondo de su cabeza que no era más que eso, palabras que si bien podían hacerse escuchar de un modo que su contenido pareciese agresivo, no tenían ni la más mínima intención de herir y sabía bien que aquella pesadez que tendía a manifestarse al momento de permitir que sus pensamientos se expresaran por medio del habla era característico de Naruto, lo cual le costó trabajo comprender en su momento una vez que este llegó a la adolescencia, cuando era apenas un niño era ciertamente taciturno. Sin embargo, ahora podía darse el lujo de decir que era lo suficientemente capaz de ver la gracia en las ocurrencias de aquel muchacho de diecisiete años, quien incluso hoy en día aún parecía disfrutar de hacer uso de aquel lenguaje pasivo agresivo en su contra de vez en cuando.

En cuanto los divertidos sonidos provenientes de su garganta cesaron, Jiraiya carraspeó en un intento de recuperar un poco su compostura habitual y, arreglándose ligeramente la corbata, dijo. –Aguardaré afuera en lo que terminas de alistar tus cosas, no vayas a tomarte mucho tiempo.

Por su parte, Naruto no se molestó en dar algún tipo de contestación verbal y en su lugar permitió que las comisuras de sus labios se curvasen en una disimulada y alegre mueca mientras continuaba organizando sus pertenencias.

Si bien todo ese asunto de interpretar piezas musicales que se encontraran mayormente ligadas a sus gustos personales, lo cual empezó como una vaga manera de intentar hacer feliz a Sakura en sus momentos de desdicha, aunque sea durante unos escasos minutos, acabó ocasionando el mismo efecto, o por lo menos similar, en su experimentado instructor y amigo de la familia. Verdaderamente no contaba con la posibilidad de que aquello ocurriese, pero tampoco tenía quejas al respecto, pues debía decir que era agradable ver que el lado jovial y extrovertido de aquel hombre comúnmente mesurado y riguroso.

–A veces parece todo un crío atrapado en el cuerpo de un adulto. –Comentó para sí mismo, casi en un susurro en acompañamiento de una corta y suave risa. De un modo u otro, las buenas energías que de Jiraiya estuvieron proviniendo acabaron por serle contagiadas, inevitablemente.

Sin intenciones de hacer esperar por tiempo más del necesario a su instructor de largo cabello blanco recogido perfectamente en una especie de coleta baja, Namikaze aireó los distractores pensamientos que estuvieron allanando su mente, haciéndolo divagar durante un par de minutos y aceleró el movimiento de sus manos por tomar sus pertenencias para, posteriormente, pasar una de las correas de su no tan pesada mochila sobre su hombro, procediendo a dejar la espaciosa y ahora desolada habitación y con despreocupación se dispuso a cruzar el pasillo que lo llevaría hasta la salida, ya luego solo le restaría girar hacia la izquierda para encontrarse nuevamente con la refrescante brisa de la zona, teniendo ahí a Jiraiya para recibirlo y, así, finalmente partir de regreso cada quien a su respectivo hogar. No obstante, sus pasos se vieron en la obligación de cesar su movimiento de forma abrupta ante el peso que repentinamente su posó sobre su brazo derecho, el cual fue rodeado por los brazos de la joven Haruno, quien aparentemente decidió hacer su aparición desde sus espaldas, aferrándose a él cuando estaba a tan solo centímetros de la puerta, abrazándolo.

Al compás de la melodíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora