Capítulo I

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Nota de la Autora:

Bienvenidas sean todas las queridas personas amantes de Detective Conan y la ¡versión yaoi, yey!

En esta oportunidad, cuelgo en esta plataforma una historia que publiqué hace más o menos diez años atrás en otras páginas. ¡DIEZ AÑOS! Ya necesitaba una buena sacudida de polvo y decidí editarla, actualizarla y compartirla con la comunidad que esté interesada. 

De antemano, muchas gracias a quienes se pasen a leer y deseo, de corazón, que la disfruten tanto yo como al darla a luz y ver su crecimiento. 

Disclaimer:
Detective Conan le pertenece única y exclusivamente al gran maestro Gōshō Aoyama. Yo solamente me enamoré de sus personajes y los convertí en mi OTP suprema. Y sí, hasta el día de hoy sigo esperando el ansiado final~  

 Y sí, hasta el día de hoy sigo esperando el ansiado final~  

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El timbre se escucha estridentemente dentro de la casa. Un joven presuroso se acerca a la puerta, preguntándose quién será la visita a esas horas de la tarde, casi noche. No lo piensa mucho más y la abre de un tirón, encontrando a un chico moreno a punto de tocar el timbre por segunda vez.

—Eh... t-tú... ¿Qué haces aquí?

—Hola Kudo, es bueno verte. ¿Cómo estás? ¿Puedo pasar, cierto? Ah, gracias...

Shinichi se queda estático frente a la puerta, permitiendo inconscientemente el paso del chico proveniente de Osaka: Heiji Hattori.

Ha pasado poco más de un mes desde la última vez que lo vio. Un mes atrás donde no era Shinichi Kudo, sino Conan Edogawa, y en el que ambos habían trabajado en un caso de asesinato. Claramente, su llegada imprevista le ha sorprendido mucho, puesto que ni siquiera han mantenido una charla telefónica decente durante ese tiempo.

—¿Puedo preguntar qué es lo que te trae por aquí? —cuestiona resignado, cerrando la puerta tras de sí antes de dirigir a su colega a la sala.

—Sí, eso —acepta Hattori, dejando su mochila y abrigo sobre un sillón para luego sentarse; el viaje había sido largo y la decisión de presentarse con él muy precipitada—. Un conocido de mi padre, que vive por estos lados, llamó a mi casa y pidió ayuda. Secuestraron a su nieto y él sospecha de su propia familia. Como mi viejo no podía venir, me puso a mí a cargo del caso.

—Oh, bien, pero... eso no explica la razón por la cual estás en mi casa y a esta hora.

—Necesito dónde quedarme esta noche y, como me enteré que tu casa está cerca de la de este tío, pues pensé que sería agradable volver a verte... y trabajar juntos.

El silencio se apodera de la sala de estar. La propuesta lanzada, la expectación en el aire, los chicos mirándose fijamente a los ojos, sopesándose el uno al otro.

—¿Con esto quieres decir que también puedo ir a ese caso?

—¡Pues claro! Si con eso dejas que me quede aquí —una sonrisita traviesa se desliza entre los labios del moreno—. Tengo el presentimiento de que será algo muy interesante.

La noche más larga de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora