Capítulo VII

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La noche amenaza con caer pronto sin importar aún lo temprano que es y dos jóvenes caminan a solas por un abandonado callejón del Distrito 2 de Beika.

Todo lo sucedido hace dos horas atrás parece sacado de película de ficción y el recuerdo de éste le hace sentir a Shinichi, nuevamente, escalofríos.

El momento en que nadó presuroso en la búsqueda de Hattori, cuando éste ya se hallaba hundido, alcanzándolo apenas de la chaqueta antes de que el cuerpo del moreno cruzara hacia el otro lado del árbol caído, le sigue causando un sentimiento angustiante en el pecho.

No puede sacarse fácilmente de la mente el momento exacto en que rompieron la tensión superficial de la corriente al sacar sus cabezas, Hattori tosiendo por la brusca entrada de aire en sus pulmones y Shinichi respirando aliviado al saberlo vivo.

Recuerda cuando los tirantes elásticos fueron jalados desde la orilla por los policías al tiempo que se escuchaba a la distancia las sirenas de una ambulancia.

Y, por sobre todo, no puede quitarse de la cabeza el instante en que, ya en la orilla, ambos tropezaron y cayeron a la tierra exhaustos. Heiji cayendo sobre Shinichi y éste abrazándole con fuerza... para tener la certeza de que estaba con vida... de que estaba ahí con él.

―Gracias ―balbuceó el moreno con voz temblorosa y enronquecida. Su cuerpo tiritaba con violencia debido a la hipotermia y el cansancio, pero seguía intacta la cordura y la gratitud.

―No podía dejarte ir, Hattori ―le contestó al oído, apretando el abrazo para traspasarle un poco de su calor.

Recuerda con tal impacto sentir un vacío entre los brazos cuando oficiales y paramédicos le ayudaron a levantar el cuerpo entumecido de Hattori para cargarlo hasta una camilla.

Entonces los chicos fueron apropiadamente atendidos por los paramédicos, los que luego de un rato les comentaron que el niño se encontraba en perfectas condiciones pese a la circunstancia vivida. Cuando regresaron en patrullas a la casa Tendoh, el dueño les dio una generosa suma de dinero que los detectives se repartirían. Y justo unos minutos antes de volver a la casa de Kudo la prensa apareció con el fin de fotografiar al héroe junto a bebé y de paso conseguir una entrevista, de la cual Shinichi ni supo cómo fue que se libró.

Habían pasado demasiadas cosas en un corto periodo de tiempo y Shinichi lo repasa una y otra vez mientras camina a paso lento por esa desierta callejuela, con Hattori apoyando todo el lado derecho en su cuerpo. Lo sostiene con una mano por la espalda y la otra por sobre su propio hombro, tomando de esa manera la mano que el moreno le ha pasado por el cuello, manteniendo un silencio de lo más extraño.

Las preguntas rondan dentro de su espacio mental, ignorando todo lo demás: ¿por qué Hattori se había arriesgado tanto?, ¿qué había pasado por su mente en ese momento?, la mirada que cruzaron antes de que se soltara, ¿qué quería decir?, ¿hay algún significado oculto que no está captando?... o peor, ¿no lo quiere asimilar? Entre más lo piensa, más siente que le molesta internamente y no sabe cómo expresarlo.

―¡Eres un idiota de los grandes, Hattori! ―le recrimina después de ese largo silencio; su voz tiene cierto tono de reproche, pero suena tranquilo, muy diferente a lo que siente en realidad―. Un idiota de renombre mundial, ¿lo sabes?

―¡Oye! Ya no me regañes. Sabes bien porqué lo hice... ese niño estaría muerto ahora si yo no hubiese saltado.

Shinichi suspira pesadamente― Lo sé, Hattori. Tu estúpida acción sirvió de algo ―el comentario hace reír al chico de Osaka, para derivar al silencio una vez más.

Caminando paso a pasito avanzan. No falta mucho para llegar al pasaje de Kudo, que queda doblando la calle por la que van; sin embargo, quién sabe si esa es la razón por la que caminan tan endemoniadamente lento. Shinichi no lo entiende, tampoco es que Heiji esté tan mal herido, pero... ¿qué es esa sensación?

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⏰ Última actualización: Sep 03, 2023 ⏰

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La noche más larga de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora