XXIX

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"Te buscaré, ¿si?".

Su cabeza repetía la frase como un mantra. ¿Harry realmente estaba allí, sentado enfrente suyo y acariciándole la mejilla, o sólo era lo que su mente influenciada por el alcohol más deseaba en la vida? Alzó su mano para comprobarlo, y la llevó hacia donde la de Harry tocaba con firmeza la piel de su rostro. Se atrevió a entrelazar los dedos, pero nada se disolvía debajo de su tacto. Era real.

—¿Podemos salir de aquí? —preguntó, su voz saliendo como un susurro.

El vampiro pagó la cuenta antes de que Louis pudiera siquiera levantar la cabeza. El camarero sonreía en dirección a ellos, sin notar la expresión en el rostro del joven humano. Decir que se encontraba petrificado era subestimar la avalancha de sensaciones que arrasó con su cordura en pocos segundos.

¿Habrían cambiado las cosas? ¿Podría ponerse de puntitas de pie, como solía hacer, y besar a Harry en los labios con la desesperación que su cuerpo le pedía, o ya no era adecuado hacerlo?

Lo hubiera hecho gustoso, de no ser porque la mano del vampiro lo guiaba apoyada en su espalda baja. Viéndolo bien, iluminado bajo la luz de la luna llena —ridículamente cliché—, se sintió igual de indefenso que años atrás. Había alcanzado a Niall en altura, ¡A Niall! Pero con Harry, seguía viéndose pequeño en comparación.

Harry frenó sus pasos antes de cruzar la calle y Louis, por inercia, hizo lo mismo. La luz de un farol de la calle iluminaba medio rostro de Harry, lo cual incrementaba las ganas de Louis de apartar aquel lío de emociones en su interior, que se manifestaba como una bola de nieve cayendo de una montaña en crecimiento continuo, y alzar los brazos para tocar esos duros hombros con la punta de los dedos; quizás olfatear su cuello y buscar allí un rastro de perfume que quedase impregnado en sus fosas nasales por si algo sucedía, por si este era otro de los sueños recurrentes de cada noche.

Pero, por otro lado, estaba alterado. Harry podía darse cuenta y se notaba en su ceño fruncido y su labio inferior atrapado entre sus dientes. ¿Siempre habían sido sus labios de aquella tonalidad de rojo?

El alcohol lograba que sus prioridades se alborotaran.

—Tenemos que hablar —logró articular. Las palabras tardaron en salir y costaron.

—Sí.

—Harry.

Al parecer, el vampiro tenía alguna vaga idea de su lugar de residencia, a juzgar por la forma en que comenzó a guiarlo para cruzar la calle.

—Dime.

Era tan serio, de un momento a otro.

Louis se olvidó de aquello que iba a decirle. No estaba seguro de que valiera la pena.

En su lugar, solo murmuró —Mi casa está aquí arriba.

—Lo sé.

Sus piernas se enredaron al caminar. Las llaves estaban en su bolsillo trasero, pero no podía alcanzarlas porque el agarre de Harry era demasiado firme.

—Dios, estoy borracho.

Harry no respondió, pero hizo el trabajo de abrir la puerta del edificio para él.

—¿Qué piso? —le preguntó cuando subieron en el ascensor.

—¿Eso no lo sabes? —Louis intentó bromear, aunque sus palabras no eran más que un susurro—. El cinco.

El ascensor hizo un sonido al pasar por cada uno de los pisos, hasta que finalmente se detuvo con un salto brusco. Con una repentina timidez, Louis guió a Harry a través del pasillo hasta la puerta principal del departamento. Batalló con las llaves, pero logró abrir antes de que el vampiro siquiera se moviera para ayudar.

Vitalidad » lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora