Hacia un mes ya desde que no le había visto, porque las pocas veces que fui a comprar algo allí, el no estaba. Y vaya, echaba de menos su sonrisa tan contagiosa.
Pero hoy tengo que ir a comprar champú, así que tengo la esperanza de encontrármelo.
-Amanda, -dijo mi madre de un grito- ¿vas entonces? Que no tengo todo el día.
-Que vale, tampoco hace falta que grites madre, -dije en tono vacilon.
-Venga, date prisa. -dijo ella un tanto cabreada.
-Ya voy. -dije cerrando la puerta de casa.
El camino hacia allí lo hice con suma tranquilidad, estaba a menos de 200 metros, así que no tenia mucha prisa, mientras caminaba me puse a pensar si estaría Miguel allí, la verdad es que me hacia mucha ilusión verle.
Al llegar al supermercado, fui a la sección de higiene, y allí visualice el champú de miel y camomila, que husabamos mi madre y yo. Estaba en un estante muy alto, yo no llegaba, pero aun así decidí intentar alcanzarlo. Coji una sillita que estaba cerca, la coloque enfrente mio, y me subí, mientras de puntillas intentaba alcanzar el champú, me desequilibré y me balanceé sobre la diminuta silla, estaba claro que iba a caerme, asta que alguien me agarro rápidamente por la cintura, y nos caímos los dos.
-¡Joder! -dije totalemtente cabreada y a la vez dolorida.
-¿Estas bien? ¿te has echo daño? -dijo una voz que me resultaba familiar.
-Si, no te preocupes, solo a sido un rasguño. -En realidad me dolía la cadera a rabiar.
-¿Segura? Pfff, lo siento, a sido culpa mía. No te e podido cojer a tiempo.
-No no, -reí- la culpa a sido mía por ser torpe y por haberte llevado conmigo al suelo. -Dije mientras me daba la vuelta para verle la cara.