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La noche del baile llegó como si alguien se hubiera atrevido a adelantar el tiempo con un hechizo: en un abrir y cerrar de ojos. En el castillo ya se presentían las sorpresas que la noche guardaba con mucho entusiasmo para los estudiantes. Los profesores terminaron sus clases antes de tiempo, no dejaron tareas gracias a Dumbledore y el único tema en boca de todos era lo que el Yule Ball tenía en espera.

Entre las chicas no paraban de hacerse alusiones sobre los vestidos que se pondrían y cómo reaccionaría su pareja al verlas. Había sido una travesía distinta para cada una sin importar a qué casa pertenecieran, aunque estaba claro que eso definitivamente influyó en la decisión de los chicos a la hora de determinar a quién querían invitar. Ninguna chica Slytherin quería ser vista con un chico Gryffindor en la pista, y mucho menos con un Hufflepuff. ¡Vamos, que nadie quería mentirle a nadie! A decir verdad, el mago representante de Hogwarts ese año en el torneo era de la casa Ravenclaw, así que la primera opción que consideraron todos los chicos, olvidándose de su propia casa, fue a las chicas Ravenclaw.

Lamentablemente, las brujas de esta casa no dieron para todos los chicos de Hogwarts. Con evidencia, se apropiaron del papel principal del mes entero sin siquiera darse cuenta, pero cuando fue muchísimo más evidente el acercamiento del baile y la mitad de los chicos de todas las edades, casas y estatus, desparejados aún, tuvieron que cultivar la osadía para acercarse al resto de las chicas.

Y una semana atrás, Anica Thumberload, una de las compañeras de cuarto de Phylomenia, fue invitada al baile por Jared Gasgolth, un mago de Ravenclaw.

Para ser una bruja Hufflepuff de altura promedio, cabello castaño y ojos color mostaza en ese momento de menos reconocimiento, era mucho de qué hablar.

—¿Qué tal estoy?

Phylomenia levantó la vista cuando escuchó la pregunta de su compañera, y aunque tuvo planes de prescindir un poco de ella para no incomodarse más de lo que ya estaba, no pudo hacerlo. Phylomenia regresó la mirada y la recorrió sin darse cuenta del resentimiento que estaba creciendo en el centro de su pecho. Anica Thumberload estaba...

—Preciosa —dijo Phylomenia a un hilo de voz—. Estás preciosa, Anica.

—¿Estás segura de que no vas a ir? ¡Aún tienes tiempo! Son las... —Anica dejó las palabras en el aire luego de haber visto la hora que se marcaba en el reloj de la pared y miró a Phylomenia tragando un duro puñado de saliva—. Bueno, tienes diez minutos exactos.

—Ve, Anica. Estaré bien —insistió Phylomenia con una débil sonrisa—. No hagas esperar a Gasgolth.

—¿Crees que me vea más alta que él con estos tacones?

—No.

—¿Y el labial? ¿Crees que es demasiado?

¡Alohamora! —nombró Phylomenia, agitando su varita, y la puerta de la habitación se abrió a espaldas de Anica—. Diviértete.

—¡Te contaré todo, ¿okay?! ¡Espérame despierta! —dijo Anica de camino a la puerta.

Phylomenia esbozó una sonrisa que se fue desvaneciendo luego de que la puerta se cerrara tras la salida de Anica. La habitación se enmudeció. No se oían murmullos ni risas de otras chicas rebasando los pasillos de la casa. De hecho, no se escuchaba nada más que un mortífero silencio. El libro que reposaba en el regazo de Greenmore terminó cerrándose por la postura en la que se estaba deslizando fuera de sus muslos. Phylomenia suspiró.

«De verdad vas a quedarte toda la noche aquí, eh... ¡Perdedora!»

Sin embargo, la aparición de una lechuza, que entró como un avión de papel por una ventana abierta, la asustó.

Little Secret | draco malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora