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—Ron —gruñó la bruja, pero el pelirrojo no dejó de rebasar el corredor a zancadas—. ¡Ron!

—¡Déjame solo, Greenmore! ¿Quieres? —vociferó por encima del hombro.

—¡Estás obligándome a hacer algo que no quiero, Ron! ¡Regresa aquí de inmediato!

—Ron —El mago se detuvo en seco. No porque Phylomenia lo hubiera persuadido, si no porque la voz había sido de otra chica—, dale una oportunidad.

Ron Weasly se había detenido frente al cuadro de la Dama Gorda y encaraba su rostro con un semblante más apretado que la ropa del profesor Flitwick. La caminata, entre las acusaciones de Ron, los gritos de Phylomenia y la supervisión de Hermione, los habían traído a zancadas hasta las escaleras de la Torre Gryffindor.

En el momento en que Ron escuchó la voz de Hermione se apaciguó, pero no quería que la bruja se sintiera con el poder de controlarlo ni que Phylomenia pensara que habían conseguido domarlo. Ron estaba genuinamente furioso y se sentía traicionado, así que para Phylomenia volver a ganar su confianza sería peor que enfrentarse a una de las pruebas del Torneo de los Tres Magos.

Las chicas se encontraban a los pies de las escaleras, una más ansiosa que la otra. Cuando Phylomenia estuvo a punto de subirse a un escalón, Hermione la agarró por la muñeca para detenerla, pues había notado con anticipación que Ron se estaba dando la vuelta para enfrentarlas.

Phylomenia devolvió la mirada al pelirrojo con pinta de reventar en cualquier momento.

—Ni se te ocurra encerrarte en tu casa para no darme la cara. —gruñó Greenmore—. No me has dejado terminar.

—Phylomenia —dijo Hermione entre dientes.

Pero la bruja se zafó del agarre y subió otro escalón.

—¡No! ¡Es un bruto! ¡Nunca sabes escuchar a nadie y haces que sea difícil querer compartir mis cosas contigo!

—¿Por qué querría enterarme yo de cosas de chicas? ¿No tienes a Hermione para eso?

—¡Porque tú eres mi mejor amigo! —bramó Greenmore, exaltada del coraje—. ¡No Hermione! ¡Ni Harry! ¡Tú, pedazo de mierda!

—¡Perfecto! ¿Cuándo vas a empezar a tratarme como uno? —remató el pelirrojo, bajando dos escalones.

—Cuando tú dejes de juzgarme. —respondió Phylomenia, subiendo otro escalón.

—Chicos... —balbuceó Hermione.

—¿Juzgarte? Veamos: no fui yo el que hizo veinte mil cosas a espaldas del otro.

—No me dabas opción.

—¿Quién crees que soy, Phylomenia? ¿Tu padre o tu hermano mayor?

—Un ogro.

—Deberían... —Hermione volvió a interferir sin conseguir éxito.

—Porque si tu padre se entera es capaz de sacarte de Hogwarts, y tu hermano... —Ron Weasly masculló firmemente frente a los ojos de Phylomenia Greenmore cuando ambos se habían interceptado—... siempre te tiene el ojo encima como a una presa, brujita. Sin embargo, yo jamás me había sentido el menos indicado para saber esto.

—Mi hermano ya lo sabe y no hay necesidad de que mi padre se entere.

—¿Y no pensaste en lo difícil que fue para él y toda tu familia quedarse en la calle por culpa de una mentira de los Malfoy?

—¡Ron! —Hermione se escuchó desde los pies de la escalera.

Pero Ron no cedió ni Phylomenia se inmutó.

Little Secret | draco malfoy Donde viven las historias. Descúbrelo ahora