Capítulo 2: Necesito ese anillo

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Hace unos años en el Bosque Enacantado...

- Blanca

-¿Qué quieres ahora Gruñon?

-¿Seguro que quieres entrar en el castillo del Príncipd Azul sólo para robar una anillo, estás segura de esto?

-Tan segura como de que sois ocho enanitos. Cambiando de tema, Manitas ¿Has terminado de hacer las armas?

-Sí Blanca.

-Vale, este es el plan. En el castillo hay 5 puertas y somos 9 personas en plena plenitud física. Sabio tú irás con Gruñón a la puerta sur, Mudito tú irás con Bonachón a la puerta norte, Dormilón tú vas con Romántico a la oeste, Mudito tú irás con Manitas, y yo iré por la principal. Fingiré que estoy desamparada, a ver si es verdad la reputación de buena gente que tiene nuestro Príncipe Azul, aunaue esta vez le salga mal, pero para cuando se dé cuenta estaremos de camino hacia Nunca Jamás.

Nos pusimos en marcha hacia palacio y en unas horas estábamos en nuestras posiciones, sin saber lo que nos esleraba ahí dentro, pero necesitaba ese anillo para huir de mi madrastra. Dicen que el anillo contenía el poder de transportarte a cualquier lugar que quisieras.

Llamé al portón.

-¿Quién es?

-Soy... -no había pensado en esto- Soy Nieves, sí, me llamo, Nieves, no tengo recursos para alimentar a mi familia.

El portón se abrió y sin pensarlo entré. Al entrar encontré a un muchacho joven con el pelo repeinado y unas mayas que no le estilizaban nada. El Príncipe Azul.

-Bienvenida Nieves aquí te daremos comida y cobijo.

-Gracias- hice una reverencia sin ganas.

En ese momento entró un guardia.

-Majestad, hay intrusos en el castillo.

-¿Cuántos son?- lo dijo con demasiada tranquilidad.

-Hemos contado ocho.

-¿Siguen aquí?

-No, han escapado.

Me relajé, aunque no me había dado cuenta de que estaba tensa, pero entonces el guardia añadió algo.

-Pero han herido a uno de gravedad.

-Nieves, espera aquí un momento, voy a ver que se han llevado.

Me quedé sola y era el momento de escapar y eso fue lo que hice.

Empecé a correr.

Este no era el plan, se suponía que yo distraía al príncipe mientras los enanitos robaban el anillo y se iban. Seguí corriendo a pesar de que los arbustos me arañaban la piel, hasta que los divisé no paré.

-¿Quién está herido?-dije entre jadeos por el cansancio.

-Manitas-dijo Bonachón al que nunca había visto tan triste, y menos tanto- Ha muerto.

No tuve reacción alguna y así estuve unos minutos hasta que rompí a llorar. Entonces Gruñón dijo.

-Ahora solo somos 7 enanitos.

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