¿Te has enamorado de la muerte alguna vez?
En la década de los 20 se inauguró un gran Circo, el cual obtuvo su fama por la diversidad de actos de entretenimiento que brindaban.
Circo Sonrisas era su nombre. Aquel lugar donde todos los niños reían y...
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La oscuridad de la gran mansión solo se acentuaba más con el profundo silencio que le acompañaba. Los grandes ventanales adornados de espesos cortinajes negros, con finas esculturas de mármol en cada pasillo, sirviendo de decoración chueca y vacía ante los curiosos ojos de cada persona que iba entrando al lúgubre lugar, todos llenos de avaricia y ambición. Esperando cada uno obtener solo lo mejor.
Toda la familia se había reunido en la mansión Jung. La señora Jung SeeRa había muerto, y en esa tarde lluviosa se llevaría a cabo la lectura del testamento y última voluntad de la matriarca de una de las familias más ricas y poderosas de Corea.
Por supuesto era de esperarse la presencia de absolutamente todos los familiares. Incluso había un par de parientes lejanos que tenían años de haber desaparecido, pero justamente esa tarde iban entrando por las grandes puertas usando sus pulcros trajes negros, y un rostro perfectamente ensayado de una pena y tristeza que claramente no era sufrida en aquellos falsos corazones.
Todos luciendo un aura imperturbable, con porte y comportamiento digno, pero sus ojos demostrando la autenticidad de un hambre voraz por riquezas y poder, como los más malditos buitres ante el adictivo aroma de la carne fresca y recién muerta, luciendo ante la oscuridad de sus ojos como el más delicioso banquete y provocador deleite.
El aroma de incienso inundaba cada oscuro rincón, el tenue sonido de una melodía clásica acompañado de las polvosas teclas del piano acentuaban el pesado ambiente. Mujeres con rosarios en sus manos y lágrimas de falsedad en sus ojos, ahogando sus penas frente al imponente retrato de la alfa purasangre fallecida. Mientras los hombres con sus vasos de whisky y fumando tabaco hablaban con tonos confidentes y bajos los nuevos proyectos que harían apenas sus filosas garras tomaran lo que por derecho les pertenecía.
El reloj de pared dio las campanadas clásicas anunciando el cambio de hora. Un suspiro grupal se dio a escuchar en el salón de espera, las 15:00 horas había anunciado, era cuestión de segundos para que el abogado de la familia llegase para dar a conocer la última voluntad de la difunta.
Y en una esquina del gran salón, un joven alfa observaba en silencio a todos sus parientes, su rostro no se esforzaba en ocultar el odio y la repulsión que sentía por cada uno de ellos, sus manos picando por arrancar las máscaras que aquellas bestias se habían colocado para ocultar tras rosarios y velos su verdadera y retorcida esencia.
—Querido sobrino, es un gusto que estés aquí con nosotros —habló una vieja omega, sorbiendo exageradamente por la nariz, mientras sus manos enguantadas sostenían con fuerza un rosario y lo que parecía ser una novena.
Hoseok hizo una mueca. No le agradaba que la familia se le acercase y le hablara, recuerda perfectamente el día que lo repudiaron por el simple hecho de querer seguir con sus sueños en el mundo del arte, más concretamente en la danza. Las risas y ofensas siguen vivas en su memoria, como un recordatorio perenne de las alimañas que conformaban su seno familiar.