La seguridad: quererse

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Marizza mentiría si dijera que no estaba nerviosa.

Estaba nerviosa por varios motivos. En primer lugar, era la primera vez que iba a escucharlos tocar en directo, es decir, los había visto decenas de veces en el estudio, y Pablo había tocado para ella unas cuantas veces también, pero era la primera vez que los iba a ver con público y, aunque sabía que no era la primera vez para ellos, no podía evitar preocuparse porque todo les saliera bien. En segundo lugar, nunca había estado en aquel bar, al Chincheta solían ir personas unos cuantos años mayores que ella, de la edad de Manuel y Mia, y, si ya en general se sentía pequeña, aquello no ayudaba, pero por lo menos tenía a Luján con ella.

Por último, y lo que más preocupación le causaba, era Nía. Deseaba con todas sus fuerzas gustarle. Lo había disimulado bien delante de Pablo, que le había dicho mil veces que no tenía de qué preocuparse, pero Marizza sabía perfectamente que éste adoraba a su amiga y que su opinión le importaba. No era lo mismo que caerle bien a Manuel, que lo conocía de antes, o a Rocco y Marcos, que los había conocido a la vez, era caerle bien a la mejor amiga de su novio. Quería ser suficiente.

Caminaba con Luna y Luján, y estaban ya llegando al bar cuando la primera la abrazó por los hombros.

—Preciosa, ¿estás bien? Tienes mala cara.

—Sí, estoy bien —sonrió como pudo—. Es sólo que estoy nerviosa por ellos.

Supo que Luna no le creyó, pero tampoco insistió más.

Cuando entraron en el local localizaron enseguida su mesa, estaban Mia, Laura, Pilar y Tomás. A las tres les pareció una combinación un tanto curiosa, pero hablaban animadamente. Se sentaron y pidieron unas cervezas, antes de que el camarero volviera con ellas Marizza se levantó para ir a saludar a los chicos.

Estaban en una salita aparte, cerca del pequeño escenario que había en el bar. El primero en verla entrar fue Marcos, quien fue directo a abrazarla.

—¡Pequeña! ¿Qué tal estás?

—Bien, bien, preocupada por vosotros.

—No, mujer. Ya verás que nos sale bien —mantenía el brazo sobre los hombros de Marizza.

La chica le sonrió.

— Luna está fuera —le informó—, por si te interesa saberlo.

La relación de aquellos dos, si es que podía llegar a considerarse relación, no llevaba el ritmo ni la intensidad de la de Marizza con Pablo, no tenían nada que ver.

—Después de actuar ya hablo con ella —le restó importancia y quitó su brazo.

Pablo se acercó y la saludó con un beso.

—¿Nervioso?

—Un poco. ¿Tú?

—¿Yo por qué? —¿tanto se notaba? No podía dejar de pensar en cuándo aparecería Nia.

—Tienes cara de nervios —aclaró.

Justo cuando se iban a separar para que Marizza pudiera saludar también a Manuel y Rocco la vista de Pablo se fue detrás de ella, hacia la puerta. Su novio sonrió e hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo. Se dio la vuelta muy despacio, preocupada porque suponía quién estaba a sus espaldas.

Efectivamente ahí estaba Nia, con un chico al lado, si no recordaba mal era su novio, el primo de Rocco. Le pareció todavía más guapa que en las fotos que había visto en Instagram, evidentemente la había stalkeado. Era impresionante, tan alta y elegante, aun así tenía un gesto agradable que invitaba a acercarse a ella, resultaba imponente sin parecer lejana. Abrazó a Pablo y lo llamó pollito, a Marizza le hizo gracia. Los dos chicos se saludaron de manera cortés intentando fingir simpatía, pero se notaba que no se gustaban demasiado. Primero le dio dos besos al tal Jesús, que se fue a saludar a los demás.

dos segundos | PablizzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora