El gran paso: besarse

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El martes después de clase Marizza acompañó a Mia al estudio, quien se lo había ofrecido sabiendo perfectamente que justo después de ella, de nuevo, iba el grupo de su novio. Marizza no quiso preguntar, pero fue con esperanzas de encontrarse con Pablo. De todas formas llevó su ordenador para poder acabar un trabajo de clase mientras Mia grababa.

Dividía su atención entre la pantalla de su portátil y su amiga, que cada vez que paraba de cantar hablaba con un productor que trabajaba en el estudio. La pantalla del móvil de Marizza se iluminó cuando alguien empezó a llamarla.

—¡Mia! Te llaman —cogió el móvil y vio que era Manu<3—. Es Manuel.

—Contéstale, dile que vengan.

La mente de Marizza se activó, efectivamente el grupo de los chicos estaban por allí. Respondió a la llamada:

—Hola, Manu —se burló de su amiga.

—¿Marizza?

—La misma.

Al otro lado de la línea, caminando junto a Manuel hacia el estudio, Pablo agudizó el oído para intentar escuchar la conversación. Marcos y Rocco se miraron entre ellos sonriendo, por muy sutil que intentara ser su amigo lo conocían demasiado.

—¿Mia no está contigo? —hablaba Manuel— Ah, vale, vale. Sí, estamos yendo. Pues nos vemos ahora, enana.

Cuando entraron en la habitación se encontraron con Mia del otro lado del cristal cantando, con los cascos puestos y los ojos cerrados no se dio cuenta de que habían llegado. Marizza, por su parte, estaba sentada en el sofá con las piernas cruzadas y un ordenador sobre ellas. Levantó la vista para mirarlos.

—¿Enana de qué? Cabrón.

Así sentada, con el portátil encima, que daba la impresión de ser más grande que ella, sí que parecía un poco enana.

—Perdona, perdona —le revolvió el pelo como a una niña pequeña—, canija.

—Mira, Manuel, no seas idiota eh —bajó la pantalla del ordenador de manera amenazante mirándolo fijamente, entonces se giró hacia los otros tres chicos y sonrió— ¿Qué tal?

Marcos se encogió de hombros.

—Pues tirando —se sentó en el brazo del sofá, al lado de Marizza, a pesar de poder sentarse en su propio asiento, pero era su manera indirecta de dejar ese espacio para Pablo, quien, efectivamente, se sentó junto a la chica— ¿y tú por aquí?

Se controló a sí misma para no ruborizarse, pero fue en vano. Desde luego Marcos había conseguido la reacción que buscaba.

—Pues tampoco tenía nada mejor que hacer —no quiso darle importancia, aunque sabía que en el piso o en la biblioteca podría haber trabajado mejor.

—¿Y no habrías acabado antes en casa? —preguntó Pablo, señalando el portátil con la cabeza.

Marizza apretó la boca, intentando ocultar una sonrisa nerviosa. No podía decir que había ido por si acaso él aparecía.

—Bueno sí... —notó que se ponía nerviosa— pero así también veo como trabaja Mia, que esto me gusta.

¿Le gustaba lo de la producción de música y canciones? Pues sí, pero desde luego le interesaba mucho más la producción de cine y televisión, todo el trabajo detrás de las cámaras.

—Claaaaaro, no es porque quisieras vernos —Pablo no estaba muy seguro de dónde le había salido el valor para decir aquello, y a decir verdad, Rocco y Marcos tampoco, quienes se miraron sorprendidos ante las palabras de su amigo.

dos segundos | PablizzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora