El final

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Pablo se despertó antes de que sonara la alarma de su móvil. No había dormido ni mucho ni bien. Se frotó los ojos y se levantó sin pensárselo demasiado, tampoco es que fuera a conciliar el sueño de nuevo. Arrastró los pies hasta la cocina para desayunar algo a pesar de no tener apetito. Con el ruido de la ducha despertó a su compañero de piso, que imitó sus pasos y fue a desayunar. Acabó de hacer la maleta y envolvió su guitarra, ya en su funda, en plástico de burbujas. Estaba listo para irse.

—¿Seguro que no quieres que te acompañe? —preguntó Tomás.

Estaban en la puerta del piso, Pablo con su enorme maleta y con la guitarra y una mochila colgadas a su espalda.

—Seguro, ir hasta El Prat es un rollo, no te preocupes.

Se dieron un fuerte abrazo a modo de despedida y Pablo se fue.

Sentado en el metro se cuestionó si estaba haciendo lo correcto. Si irse sin luchar más por Marizza era lo que debía hacer. Suspiró. Sí lo era. Ella había dejado claro que había terminado, y lo último que quería hacer Pablo era presionarla o molestar.

Echó la cabeza hacia atrás para apoyarla en el cristal y se frotó la cara. Estaba cansado. Sonaba Prometo en sus auriculares. Una mierda prometer que vamos a volvernos eternos.



Marizza prácticamente no pegó ojo en toda la noche, su interior se contradecía y hacía que no pudiera dejar la mente tranquila y dormir. Poco antes de las diez decidió levantarse y desayunar, de poco servía quedarse en la cama dando vueltas. Se sentó en la encimera mientras la leche se calentaba en el microondas y recordó aquella vez que Pablo estuvo allí con ella mientras Luna se hacía unas palomitas. Qué feliz se había sentido en aquel momento, era todo más simple.

Se gustaban y quedaban. Eran todo sonrisas, besos y caminar de la mano. Sintió calor en el pecho, cuánto había disfrutado de sus meses con Pablo.

Antes de que llegara a sonar el microondas indicando que la leche estaba caliente saltó al suelo, fue corriendo a su habitación a por su móvil y escribió a Tomás sin querer replanteárselo.

Comió ansiosa unas tostadas mientras esperaba su respuesta.



Salió de la ducha tranquilamente, bajó un poco el volumen de la música y le sorprendió una de sus notificaciones, contestó rápidamente.

Despega a la una y media

T2

Marizza que vas a hacer??

Creía saber la respuesta de su amiga, pero necesitaba asegurarse. Esperó a que le respondiera en vano, a los treinta segundos el tic era azul y la chica no había escrito nada.



El ascensor de su edificio jamás había tardado tanto en llegar a su descansillo, ni tampoco en descender a la planta baja. No quiso correr por la calle porque le sabía que le daría vergüenza, aún así hubo algunos momentos en los que fue lo suficientemente rápido como para que aquello no se considerara caminar.

Fue a toda velocidad por el andén y esperó a que llegara el metro dando golpes al suelo con un pie, ansiosa e intranquila. Una vez dentro del vagón se maldijo a sí misma por vivir en su barrio, tendría que cambiar de línea dos veces para llegar a la que la dejaría en su destino.

dos segundos | PablizzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora