Día Cinco: Baile.

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Hay que ser sinceros frente a todo: Valentina García era terrible bailando. Siempre tuvo dos pies izquierdos y nunca pudo poner su agilidad en favor de moverse al compás de la música.

Tampoco era que le gustara. Siempre le pareció ridículo ver a las personas hacer ese movimiento de los cuerpos. Se veían como lagartijas con calambres, además de que perdían todo sentido de cordura y terminaban riendo como tontos.

Pero el día que en Puebla se festejaba una celebración local y los instrumentos no se hicieron esperar, tuvo la mala (internamente buena) suerte de ir a visitar a Leo cuando la familia de este salió a hacer un mandado. Subió por las escaleras de madera, y al abrir la habitación del castaño, se lo encontró bailando al son de las guitarras y con una escoba en mano derecha.

Madre de Dios, ¡Más roja no podía estar!

La poca motricidad que el poblano aparentó en Guanajuato (aún lo recordaba besando al suelo toda la noche) era todo lo contrario a lo que tenía a sus ojos: una vuelta llena de gracia, zapateo rápido y con ritmo, leve movimiento de caderas sin pizca de forzado, ¡Hasta giraba a la escoba como si de su pareja se tratara!

Leo San Juan bailaba bien. Muy bien.

Y se notaba que eso le hacía olvidarse del mundo, de sus problemas, de sus deberes, en fin, de todo, porque la guanajuatense pudo ver felicidad en la sonrisa pegada en su rostro.

De un momento a otro, varias voces empezaron a cantar desde la calle, y para dejar totalmente atónita a la mayor, Leo también, y estaría mintiendo si dijera que su voz no era buena.

Ja, ¿Quién diría que ese muchacho enojón tendría un dote musical?

No se atrevió a entrar, sino que se apoyó contra el marco de la puerta, disfrutando del espectáculo.

Hasta que ocurrió la desgracia de que Leo, que al parecer era consciente de su presencia, la tomó de la muñeca y la arrastró hasta el cuarto.

-¡Leo! ¿¡Qué estás haciendo!? -exclamó, haciendo resistencia. No supo qué más decir, porque aquél le dio una vuelta, sin dejar de entonar lo que sonaba como una balada romántica-. ¿Enloqueciste, San Juan?

Él la siguió haciéndola girar por varios minutos, para luego desplomarse en el piso, llevándose a Valentina consigo.

-¿Estás bien? ¿Mi intento de almuerzo traía lo que se fumaba el alebrije verde? Porque mi plan era que me hicieras más pan, no que te pusieras a bailar -presionó un dedo contra su pecho.

-No -él rio-. Solo es que... Bueno, siempre me gustó bailar. Nadie sabía de eso hasta ahora. Por favor, no le digas a mi familia. No estoy para aguantar las burlas de mi hermano y mi nana.

-Pero... ¿Entonces por qué me sacaste a bailar?

-Pues... Me dejé llevar por la música-se rascó la nuca, apenado-. Porfa, Vale. No les digas nada.

-Oh, tranquilo, no abriré la boca frente a Nando y a Dionisia -una sonrisa maliciosa se formó en sus labios. Se incorporó-, ¡Pero mi tía debe saber esto ahora!

Apenas puso su mano en el picaporte, cuando él la agarró de los tobillos y terminó nuevamente en el suelo.

-¡Eso dolió! ¡Ahora sí sacaste boleto, Leo!

-Espera, ¿Qué estás pensando?... Ay, no. No lo hagas... ¡VALENTINA, NO!

Por resumir, digamos que Leo le hizo honor a su apodo "Chisguete", pero con aquella chica que secretamente lo traía loco, ¿Qué más da?

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Este fue un poco más corto que los otros días, pero me gustó el resultado.

Leo bailarín y pendejo es mi felicidad.

¡Feliz jueves!

Zeallouscollect

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