Día Cuatro: Familia (parte dos de "Lágrimas").

306 14 20
                                    

—¡No! ¡NOO! —forcejeó, sollozando abiertamente, al ver el ataúd entrar al hueco en la tierra—. ¡Suéltame!

Fernando lo sujetaba de los hombros, también con lágrimas acumulándose en sus ojos. A lo lejos, Dionisia lloraba desconsolada abrazando a Cocol.

Fray Sinfonolo no pudo terminar la oración. Sintió mucha pena por la familia de ahora dos muchachos y una nana que tenía su propia familia esperándola en casa. Sin hacer ruido, miró a los sepultureros, como si quisiera decirles que terminaran con su trabajo lo más pronto posible. Ellos captaron el mensaje y cubrieron con tierra el ataúd, dándole la última morada al cuerpo de Antonia San Juan. Acto seguido, abandonaron el cementerio, no sin antes darle sus condolencias al mayor de los hermanos.

Leo se desplomó en el suelo, sin fuerzas para seguir luchando y con el deseo extinto de abrazar a su abuela una vez más.

Siendo sinceros consigo mismo, sabían que su abuela se iba a morir. No estaba vieja, pero sí agotada, y enferma. Ya no la veían tan alegre y lúcida como antes Solo necesito una noche de paz y cinco minutos para decirles cuánto los amaba y que se cuidaran entre sí.

—Chisguete... —Nando se sentó a su lado—. Tenemos que irnos. Ya terminó el funeral.

—Está muerta...

—Leo... A ella no le gustaría verte así. Recuerda lo que ella nos decía: no tenemos que estar tristes. Vendrá a visitarnos en el Día de Muertos.

Mas eso no le generó consuelo, sino que nuevas lágrimas se acumularan en sus ojos. Nando se dio cuenta de que no le serviría hablar, y simplemente lo abrazó de lado.

La muerte de su abuela lo dejó marcado, pero tenía que ser fuerte por su hermano menor. Ya debía dejar la inmadurez y comportarse como el adolescente de 17 años que era.

El problema es que no sabía cómo.

   

(Poco más de un año después. 2 de noviembre de 1812).

Bueno, sí sabía cómo, solo que nunca quiso aplicarlo. Ya más de un año había pasado desde que su abuela se unió al mundo de los muertos, y ¡Oh, sorpresa! ¿A quién le tocó ser el adulto responsable cuando internamente quería volver a tener trece años e ir asustando gente por las calles de Puebla?¿A quién le tocó cargar con un Leo hormonal?¿A quién le tocó lidiar con un hermanito apendejado por el amor?

Respuesta única: a Nando.

Aun recordaba a su abuela quejándose de su yo de dieciséis años cuando llegaba tarde a la casa, producto de su rebeldía. Ahora sufría lo que ella sufrió, y lo odiaba.

Ser el mayor era una responsabilidad seria, y que de un modo o de otro te transforma.

Y cuando vio llegar a esa chica de la que Leo le habló dos años atrás, la guanajuatense de las momias, se dio cuenta que su hermano tenía oculto su enamoramiento por ella.

Sabía que Valentina también era huérfana, pero que estaba bajo la custodia de su tía. También sabía que la chica era de carácter fuerte y ruda, contrario a lo que aparentaba ser su hermano (Leo era enojón, mas no así de altanero como pensaba), y qué de un modo o de otro terminó por atraerlo.

Ahora, ¿cómo? No tenía ni idea. Creía que el menor seguía sintiendo algo por Xóchitl, una fantasma muy buena y dulce, casi opuesta a Valentina. Juraba que lo vería negarse a dejar el recuerdo de la indígena. Sin embargo, poco a poco Leo dejó morir sus sentimientos románticos y actualmente la recordaba como una muy buena amiga.

Valeo Week 2020.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora