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"Perdón"

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"Perdón"

ごめんなさい

      — Mi nombre es Hibanna

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      — Mi nombre es Hibanna. Soy hija de Nagare Boshi, una de sus estudiantes.


Caminaba subiendo los escalones del escenario. La luz caliente de los reflectores le pegaban en el rostro y hacían que su piel blanquecina resaltara. Sus cabellos negros estaban cuidadosamente peinados en una perfecta cola de caballo. Sus ojos de dos colores combinados se dirigieron hacia la silla en la que tenía para sentarse, deslizando los dedos en la silla para hacerla hacia atrás y sentarse para después levantar el protector del piano que tenía delante. Admirando las teclas de color blanco y negro frente a ella deslizó los dedos como si acariciara algo bastante frágil.

Y empezó a tocar. Era una melodía suave, y se escuchaba concorde a los ágiles dedos de la muchacha.

— Seems like a part of me will always have to lose. Every single time I have to choose— la letra parecía encajar perfectamente con la dulce voz de la chica, creando una armonía entre el piano y su voz. Algo tan perfecto y embriagador para el oído.

En la entrada de aquel teatro, un joven de cabellos platinados, mirada esmeralda y una sonrisa encantadora entraba por las puertas con un repiqueteo de parte de sus notables zapatos nuevos. Cada vez que se movía hacia la sala principal y los pasillos, escuchaba el eco de aquella voz como si fuese una plegaria. Sonrió sabiendo exactamente de quien se trataba. Prosiguió su camino abriéndose paso hasta donde el sonido provenía, quedándose quieto al verla en el vacío escenario, como si al darse cuenta de su presencia todo pararía. No fueron solo unos minutos más hasta que la chica se dio cuenta de la presencia del intruso.

— Kambe- Kun— nombró al chico rubio, levantándose de la silla y cerrando el piano de un golpe—. ¿Qué haces aquí?— el dejó salir un resoplido.

— Siempre vienes aquí cuando no tienes nada que hacer, Hibanna— refunfuñó con obviedad—. Me han mandado a buscarte porque aparentemente no te has aparecido a comer en casa— se acercó a la orilla del escenario, dando un brinco para poder sentarse ahí; dándole palma ditas a su lado para que se sentara junto a él— ¿Sigues preocupada?— murmuró en tono solemne. Hibanna se dejó caer a su lado, tomándose su tiempo para contestar, meciendo sus piernas.

HIBANNA » BNHADonde viven las historias. Descúbrelo ahora