Capítulo 1

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Observo la falda que me tengo que poner en el hospital y frunzo el ceño, odiando a muerte este color tan soso y feo, pero por lo menos no me mandan ponerme el atuendo típico de enfermera.

—Padre, volveré a las cuatro. —Digo dejando un beso a mi padre en su mejilla mientras este lee el periódico. Y si, a mis veinte años aún no he encontrado marido, pero ¿qué más da? No debería importar mucho que una mujer no se quiera casar.

—Si, y a ver si encuentras un marido en el hospital. —Dice a modo de despedida, y yo uso todas mis fuerzas para no ponerle los ojos en blanco a mi propio padre. Salgo fuera de la preciosa casa victoriana de mi familia y camino por las calles observando asombrada uno de los pocos coches que hay de momento por la ciudad de Chicago, son preciosos, aunque un poco lentos comparados con los trenes en los que suelo viajar. Llego al hospital y Clara, la recepcionista, me hace firmar la entrada para la zona de niños donde trabajo como voluntaria.

—¡Margaret! —Exclama Lucy, una preciosa niña de seis años que viene corriendo hacia mi con una muñequita en su mano. —Estás muy guapa hoy, me encantaría tener tus ojos y tu cabello.

—Oh querida, pero si tu ya eres una preciosidad. —Digo con una sonrisa y la alzo en brazos para caminar a la sala donde juegan los niños, pensando en que mi cabello caoba y mis ojos azules no tienen mucho de especial. Juego con los niños hasta la hora en la cual tengo que irme, pero cuando estoy por salir, me choco contra uno de los médicos nuevos.

—Lo siento mucho. —Murmuro recogiendo uno de los dibujos que me han regalado hoy sin mirar al médico, quien no dice nada. —Enserio, lo lamento.

Levanto la vista y me encuentro con unos ojos dorados increíblemente hermosos, y debo quedarme con una cara estúpida, porque él no dice nada hasta que baja la mirada y sonríe de lado.

—Lo lamento yo, señorita. —Dice sonriendo. —Soy el doctor Carlisle Cullen.

—S-soy Margaret Richards. —Me presento mientras me sonrojo, pues su mirada es demasiado intensa, y prácticamente es como si hablase con la mirada.

—Es todo un placer, ¿sale ya del voluntariado? —Pregunta con una sonrisa dejando la bata de médico y colocándose una chaqueta en su lugar. Ve mi cara sorprendida y señala mi atuendo. —¿Esa ropa no es del voluntariado?

—Si, cierto, lo lamento, señor Cullen. —Respondo bajando la vista a mis manos. Este hombre me pone muy nerviosa, y esto no me había ocurrido nunca. —Y sí, me voy ya.

—Pues permítame acompañarla. —Responde ofreciéndome su brazo y sonrío encantada, viendo que es todo un caballero, como si fuese de otra época.

Adiós, soledad |CARLISLE CULLEN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora