Adiós, soledad |CARLISLE CULLEN|

Capítulo 4

Abrazo mis rodillas mientras sollozo asustada, odio estar en aislamiento, está oscuro y tengo miedo, mucho miedo. Lloro sin mirar los malditos payasos de porcelana que hay dentro del minúsculo espacio donde mi padre me encierra cuando algo no sale como él quiere, como por ejemplo, cuando he llegado después del anochecer.

Mantengo mis ojos cerrados y los ruidos que escucho fuera del sótano son tan fuertes que no puedo evitar taparme los oídos hasta que la puerta se abre y veo a Carlisle Cullen mirándome con pena en la mirada. Baja las escaleras corriendo y me alza en brazos, abrazándome con fuerza.

—Tranquila, Margaret, tranquila. —Murmura contra mi cabello y subimos hasta mi cuarto, donde hay un chico con el cabello cobrizo metiendo ropa en mi maleta. Carlisle me baja al suelo y me observo en el espejo, viéndome totalmente sucia, despeinada y con grandes ojeras, ¿cuántos días llevo ahí?

—Llevas ahí abajo una semana entera. —Dice el chico del cabello cobrizo y sigue empacando mi ropa, Carlisle me deja ropa mía sobre mis brazos y camino al baño donde me pongo presentable, pero al salir, mis cosas ya no están.

—¿Estás bien, Margaret? —Pregunta Carlisle al acercarse a mí, acaricia mis brazos y subo la mirada frunciendo el ceño.

—¿Quién es él? ¿Y qué ha pasado? —Pregunto totalmente seria, pero Carlisle baja la mirada y el chico del pelo cobrizo baja la maleta que queda.

—Él es mi hijo Edward, y lo que ha pasado es que ahora eres libre. —Dice Carlisle ofreciéndome su mano, para ver si la acepto o no, pero no lo dudo un solo segundo, agarra la mano que me ofrece y camino con él fuera. —Nos vamos de Chicago.

—¿Y mi padre? —Pregunto y Carlisle sigue caminando delante de mí sin soltar mi mano o decirme nada, caminamos hacia la estación y abro la boca sorprendida al ver que Edward ya está ahí con mis cosas.

—¿Qué? —Pregunto confundida, pero estoy mucho más asombrada por tener que irme de Chicago.