CAPÍTULO 8

22 3 0
                                    


Las caricias no cesaban, los nervios estaban a flor de piel. Sería la primera vez de la Señorita Daidouji, no podía creer que sería con ese chico, pero tampoco quería detenerse a pensarlo, había descubierto que estaba enamorada de sus expresivos ojos negros y que nunca dejó de pensar en él.

Por su parte, Tachibana, no podía dejar de ver esos hermosos ojos amatista, que hacían latir su corazón. Siempre soñaba con ellos, le parecía imposible lo que estaba pasando en la habitación, creía que Tomoyo no correspondería a sus sentimientos.

Se llenó de valor y como un breve susurro, pronunció las siguientes palabras: "Te Amo, Señorita Daidouji", bajó su mirada y esperó temeroso una respuesta.

Tomoyo quedó petrificada, sus ojos reaccionaron antes que su boca y acto seguido respondió: "Y yo a ti, Gin", palabras que fueron acompañadas de una tenue sonrisa. Todas las veces que lo odió, todas las veces que juró hacerlo sufrir, no eran más que excusas que se inventaba a sí misma para disfrazar el verdadero sentimiento que ocultaba en su corazón.

– ¡Me llamaste por mi nombre! – Exclamó Tachibana.

Las miradas volvieron a unirse, fueron llevados por la pasión, sus cuerpos se superponían, las caricias de Tomoyo hacían provocar en Gin, sensaciones que nunca había experimentado. La tomó de sus manos, recorrió el cuerpo de esta con su lengua, deteniéndose en sus pechos. Tomoyo gemía de placer, su cuerpo hervía, no quería parar.

– Es mi primera vez – Confesó Gin – estoy feliz de que sea contigo.

Tomoyo sorprendida y a la vez conmovida le confiesa que será la primera vez de ambos. Nunca se había detenido a pensar en una relación, pues sus pensamientos se encontraban totalmente enfocados en sus deberes como hija y amiga.

La noche pasó, los cuerpos sumergidos en el más tierno de los actos se consumaron. Permanecieron unidos al alba con sus manos entrelazadas. Tomoyo reposaba sobre el pecho de aquel chico que por tanto tiempo detestó. Sintió que la miraban fijamente, despertó y ahí estaba.

Con sus ojos llenos de amor y tocando el rostro de la chica, Tachibana, le preguntó:

– ¿Qué tal estuvieron tus sueños, Señorita Daidouji?

Las mejillas de la amatista se sonrojaron al escuchar sus palabras y más aún, al darse cuenta de lo que había ocurrido la noche anterior. Sin embargo, no podía dejar de verlo, era hermoso, tenía un cuerpo digno de los Dioses, cabello negro, manos suaves, unos labios que te hacía desear besarlos, 1.75 o tal vez 1.80 metros de estatura y unos ojos negros expresivos, que hacían que se derritiera cada que lo veía.

– Bien. – Respondió apenada, ocultando su rostro entre las cobijas.

Una sonrisa se dibujó en su rostro, no podía dejar de verla, era como si una fuerza externa lo obligara a permanecer a su lado.

– No temas, Tomoyo. Estás a salvo conmigo, no permitiré que nada ni nadie te dañe – Mencionó Gin. – Eres la persona más importante para mí.

Las palabras de ese chico conmovieron su corazón, estaba helada, no había podido gesticular sílaba alguna, pues sentía que no le alcanzaban para describir como se sentía en ese momento. Sintió la obligación de acariciar el pecho de aquel chico hasta llegar a su cuello, dibujar cada uno de los rasgos de su rostro y finalmente besar sus labios. El momento fue efímero y a la vez sempiterno.

Las dos almas que ocupaban aquella habitación solo deseaban poder detener el tiempo, para permanecer unidas un poco más, ambos habían encontrado lo que les hacía falta para completar sus vidas, aquello, que por innumerables veces se les escapaba, ese pequeño instante de felicidad.

RAZONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora