CAPÍTULO 10

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La mirada de la amatista había cambiado, así como su actitud, era una persona más sonriente, llena de vida, iluminaba todo a su alrededor. Sakura estaba dichosa, no podía creer que esa fuera su amiga, pues durante meses trató de hacerla cambiar de parecer. Era inmensamente feliz al ver como el joven Tachibana había transformado el mundo de Tomoyo.

Sonomi Daidouji se dio cuenta de los sentimientos de Gin hacia Tomoyo y notó como su pequeña hija correspondía los deseos del joven, se sentía incomoda pues no sabía como manejar la situación. Si bien Tomoyo ya no era una niña, pues contaba con 21 años; para su madre, siempre iba a ser su bebé, quería protegerla a toda costa. Sabía sobre el destino de Tachibana, por lo que no podía permitir la relación de los chicos.

Gin sentía gran respeto y admiración hacia Sonomi, por lo que hablar del tema de su matrimonio arreglado, lo ponía en una situación un poco incómoda. Sin embargo, estaba tan enamorado de la amatista, que decidió que enfrentaría a su padre y al mundo entero si era necesario para estar con ella. Su corazón y sentimientos eran exclusivamente de la Señorita Daidouji, por lo que estaba dispuesto a renunciar a todo.

Sonomi no podía creer lo que escuchaba del joven Tachibana – ¿Renunciaría a TODO por su hija? – No podía imaginar que alguien pudiera merecer a Tomoyo, pero no podía hacer nada, ella estaba igual de enamorada que ese chico. Prohibir su relación, sólo la alejaría de ella. Por este motivo, sólo le pidió a Gin arreglar su situación, pues no le perdonaría que hiciera derramar una sola lágrima de su pequeña.

***

Gin le pidió a Tomoyo que lo esperara, pues debía regresar a China para hablar con su padre sobre su "destino". La amatista comprendía la situación, pues era una chica muy madura; si querían que las cosas funcionaran, debían hacerlo todo de la forma correcta. Llena de nostalgia, tomó las manos del joven y le dijo que estaría esperando su regreso, que se llevaba su corazón con él.

El viaje a Hong Kong fue eterno, Gin sintió que tal vez era por los nervios que tenía de hablar con su padre, hacía mucho tiempo que no lo veía y las circunstancias actuales podrían hacer que la relación con este se viera perjudicada; pero debía solucionarlo, no podía imaginar un día de su vida sin la presencia de Tomoyo en ella. Por lo anterior, realizó contacto con el Mayordomo Yan, quien lo ayudó a solicitar una audiencia con su progenitor.

Quiang Tachibana era un hombre imponente, sabio, fuerte y excesivamente testarudo, era muy difícil hacerlo cambiar de parecer cuando algo se le metía a la cabeza. Sin embargo, el joven Gin haría lo que fuera necesario para tener su bendición y/o renunciar a su destino. Poco a poco comprendía el presagio de su abuela: << llegará alguien que pondrá tu mundo de cabeza y en ese momento deberás elegir lo que es mejor >>.

Gin no quería defraudar a su familia, pero estaba seguro que su abuela siempre apoyaría la decisión de luchar por su corazón. Lleno de valor le contó todo a Quiang, quien lo escuchó sin inmutarse. No pronunciaba palabra alguna y sus expresiones tampoco le indicaban a su hijo conclusión a su argumento.

El silencio se apoderó de la Sala. El joven Tachibana esperaba una respuesta a su petición, pero lo que obtuvo no era lo esperado.

Quiang Tachibana se levantó del lugar en que reposaba y acto seguido dejó la habitación donde se reunía con su hijo; se dirigió al templo familiar para entrar en calma con su ser y poder definir lo que sería mejor para su familia. Se preguntaba a sí mismo si los sucesos actuales tendrían que ver con los presagios de su fallecida madre; la situación era compleja, pero sabía que debía hacer lo correcto.

Habían pasado 9 días desde su llegada a Hong Kong. Gin no había visto a su padre desde aquel día y con el paso del tiempo el desespero y ansiedad del joven aumentaban, necesitaba una respuesta.

Eran pasadas las 4:30 pm. Gin recibió una invitación de su padre para discutir sobre el tema que lo había llevado de regreso a Casa. Entró a la habitación, su padre le dio la bienvenida y le brindó un poco de té. Quiang sabía que su hijo sufría por no tener una respuesta a su solicitud, por lo que empezó su discurso.

– Verás, hijo. Tu madre era de esas personas únicas, de esas que te hacían sentir que el mundo estaba a tus pies. Tenía una sonrisa tan hermosa que desarmaba mi voluntad. Cuando partió, sentí que moría, mi vida había perdido su sentido; traté de alejarte, pues no quería que sufrieras al verme de esa forma. Sé que eras apenas un niño, y puede que no tengas recuerdos de esto, pero debes saberlo. He sido duro contigo todos estos años por tu bien; el deseo de tu madre era verte feliz, pero la felicidad no basta, necesitas estabilidad, responsabilidad y compromiso.

– Pero, padre... – Respondió, Gin.

– No he terminado – siguió Quiang. – No pude estar presente en el desenlace de Madre, pero sé que ella hacía lo posible por mantener equilibrio en tu vida. El deseo de ella era igual, verte feliz. Hace años me debatía entre hacer lo que debo y hacer lo correcto, por lo que decidí con mi corazón; aún no lo sabes, nunca te lo había dicho; pero, no tienes ningún deber con terceros. Te liberé de esa decisión tonta y egoísta de contraer matrimonio. No quería impedir que experimentaras lo mismo que yo sentí por tu madre. Así que, adelante. Ama, vive y sueña, pero no lastimes a esa persona. Siempre serás la Cabeza de la Familia Tachibana y estoy orgulloso de ti.

Gin no podía creer lo que escuchaba, pero tampoco pronunció palabra alguna. Cuando su padre terminó su discurso, se levantó de su asiento, lo miró fijamente y le dijo – Aún tienes responsabilidades; tienes mi bendición, pero no descuides el resto. – Acto seguido, se despidió del chico con una tenue sonrisa.

***

De regreso a Tomoeda, una linda señorita esperaba por el joven Tachibana en el aeropuerto, escuchaba con atención la voz que anunciaba las llegadas internacionales; sentía su corazón estallar, temblor en las piernas y sudor en sus manos. – ¿Qué me pasa? – se preguntó. No podía soportarlo, anhelaba ver aquellos ojos negros que la hacían sentir completa.

Del otro lado de la sala, un joven miraba con detenimiento a la chica de cabello largo, mirada encantadora y sonrisa cálida, se acercó a ella y le preguntó – ¿Esperas a alguien, señorita Daidouji?

Las miradas se cruzaron, convirtiéndose en una, la emoción de las almas era tan grande que no pudieron contener el deseo de besar los labios del otro, acariciar sus rostros y sentir sus corazones. Todo estaría bien, no había dudas de ello. Esperaron pacientemente, era como si el tiempo se detuviera, sólo había lugar para ellos, para su amor.

***

El destino tiene la forma particular de hacer quelas almas se unan en un punto, de combinar realidades y de enlazar sentimientos. De generar cambios en la vida y de producir amor, un amor que todo lo puede, todo lo supera y todo lo soporta. 


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