5. Oscuridad y dolor

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Fecha desconocida

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Fecha desconocida.

Ubicación desconocida.

Hora desconocida.

Secuestro: Tiempo desconocido.

Canción: The Inmortalist - Secession Studios

Una cerradura se abre a lo lejos. ¿O está cerca? Mi cabeza, por Dios. ¿Dónde estoy?

—... fuerte y la matas -Escucho voces que resuenan en mi subconsciente y a la vez suenan distantes—, ¿qué parte de... entera... hay dinero no entendiste?

Las voces comienzan a aclararse.

—Pues tendrá que... no hay... sobreviva a nosotros.

Siento la vibración de los pasos en mi mejilla. A mi alrededor todo está negro y se siente como si hubiesen piedras debajo de mi cuerpo. Apenas puedo abrir los ojos. Cada vez las pisadas son más fuertes y entonces, otra puerta se abre.

—No me gusta esto, Enzo.

—Me parece que es algo tarde para retractarte...

—Pero es que desde la otra chica...

—Basta. —Alguien más alza la voz—. Abre, ya debe estar reaccionando.

Otra persona habla luego de ese comentario, pero es opacado por el ruido de una pesada puerta siendo abierta. Mis ojos se cierran instintivamente cuando lo primero que los apunta es la intensa luz de una linterna. Un gemido lastimero sale de mis labios.

—Hora de despertar, princesa. —Una de las voces que antes había escuchado, ahora se oye burlona a metros de mí. Una mano se posa sobre mi hombro y de un jalón me levanta y me sienta sobre la misma superficie en la que he despertado. La luz no se aparta de mi rostro por lo que abrir los ojos es casi imposible, duelen y arden.

¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando?

Una mano enguantada se cierra en mi quijada y aprieta mis mejillas mientras su dueño pregunta—: ¿Recuerdas lo que sucedió?

Mi cuerpo se balancea sin poder sostenerse, mi garganta quema, mi cabeza pareciera palpitar, pero lo peor son mis ojos, me arden demasiado. Consigo mover mi mano derecha y nada más. Otro gemido sale de mis labios en un intento fallido de negar. No puedo recordar nada. ¿Quiénes son ustedes?, intento decir, pero mis labios no son capaces de responder a la orden.

—Maldita sea, ¿ahora también le fundiste el cerebro? ¡Te dije que eran demasiadas dosis! —exclama alguien cerca.

—¡Cierra la boca! —grita quien me sujeta—. Está bien, solo le tomará unos cuantos minutos más.

Y como si la voz de ese sujeto fuese un disparador, mis latidos se aceleran. El dolor de cabeza se intensifica y los flashes se acumulan como una gigantesca ola. El grito desgarrador de Sam se repite una y otra vez dentro de mi mente hasta que soy capaz de recordarlo todo. Los gruesos brazos sujetándome, la capucha apestosa, el pinchazo en mi cuello y luego, inmovilidad total hasta que recibí aquel golpe.

The Wicked MindsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora