10. Momento equivocado

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13/03

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13/03

Phoenix, AZ.

7:03 A.M.

Alguna preparatoria en Phoenix.

Secuestro: -17 horas

Canción: Forgotten odes - Eternal eclipse

Finn

Estiro una mueca al sentir las llantas chirrear contra el asfalto.

No quiero desgastarlas, no me gustaría que mis padres hicieran gastos innecesarios. No es que nos haga falta dinero, pero tampoco quisiera decir que nos sobra. Con el dinero —siempre ha dicho mi padre— nunca se sabe.

Estaciono de muy mala manera bajo uno de los pocos árboles que brindan sombra; herencia de mi hermano luego de graduarse. De otra forma, seguramente me estaría estacionando en medio del sitio y la camioneta se calentaría.

Tengo que reconocerlo, ser un Jameson y una mejorada réplica de mi hermano ha traído consigo sus beneficios, sin embargo, ni aún así se puede tener todo y pensando en ella, no lo tendría de otra forma. ¿De qué valen las cosas si no te cuestan?

Pero un maldito año, joder... Supongo que es mi culpa, me convierto en una gelatina inservible con cerebro de pasto en cuanto la veo. Actúo, pero siempre de las maneras erróneas... Siempre consiguiendo alejarla.

¿Cómo es posible que una chica que luce tan sencilla sea tan complicada como un problema de matemáticas?

En fin, reacciona Finn. Ya vas tarde —de nuevo—, tienes examen con un profesor al que no le caes bien y, por si fuera poco, hoy es el día: Tengo que encontrar una forma de hablar con Mikaela.

Bajo del auto, cierro y salgo corriendo, pensando en al lado de quién me sentaré para pasar el examen de Biología. La entrada a la escuela no será un problema, Esther siempre me deja pasar. Pero entrar al salón tal vez sí lo sea. Tal vez si le digo al profesor que la tía de la prima de mi abue...

Y entonces, no lo veo venir. Una sombra negra se asoma por el rabillo de mis ojos segundos antes de impactar contra mi hombro izquierdo y darme un buen empujón. Si no fuera porque gozo de buen equilibrio...

—¡Ey, fíjate por donde vas! —exclamo, pero el hombre o chico, no logro ver su rostro, no se devuelve. Solo visualizo de espaldas su ropa negra y su cabello oscuro—. Imbécil —murmuro sin bajar el volumen de mi voz, pero tampoco con intenciones de gritar. Debe ser uno de esos padres típicos de esta escuela que se creen dueños y señores del mundo por todo el dinero que tienen. ¿Y de que le serviría eso si se cae y se rompe el cuello? No, por supuesto que no piensa en eso. 

Para suerte mía, encuentro la entrada de la escuela abierta y me cuelo a través de ella, tal vez no necesite a Esther después de todo...

—¿Tarde otra vez, Finnegan?

The Wicked MindsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora