“Ya son tres años desde que las fronteras de República Argentina fueron cerradas…”
Las hojas de papel sobre el escritorio eran llevadas por el viento. Regadas por el suelo, algunas incluso escapaban por el amplio ventanal. El único funcional de aquella amplia habitación.
“La preocupación crece a medida que las redes sociales, que tanto han ayudado a los especialistas a hacerse una idea de lo que pasa dentro del pueblo argentino, han estado perdiendo actividad.”
Al resto se los encontraba revestidos de gruesa madera o bloqueados con ladrillos y cemento. Solo por ese, situado frente a una amplia mesa, el helado viento se filtraba libremente, jugando con amarillentos documentos que, por su antigüedad y fecha de emisión, serían de gran importancia para cualquier museo.
“El país entero aún se encuentra aislado a los extranjeros y las fuerzas armadas que rigen el país, rechazan los intentos de otros países por intervenir, de cualquier manera, a su soberanía.”
Así como la brisa congelada, una presencia se abrió pasó por la oscura habitación. Observando la que, en algún momento, había sido una de las bases secretas más importantes del frente comunista.
El sonido de pasos se combinaba con las voces de la única televisión en aquel lúgubre lugar, repleto de botellas y retazos de carne podrida.
“Esta situación solo ha aumentado la desconfianza entr…”
De pronto, silencio.
Con las voces de fondo acalladas y una mano apuntando al visitante con un objeto extraño, la muda presencia de ambos entes fue suficiente para escuchar el metálico click del seguro de un arma.
―Para que usted se presente frente a mí, la situación debe ser realmente mala ―mencionó una voz quebrando el silencio.
Dejando sobre el escritorio frente a él el mando de la televisión, el dueño del buncker no sé molestó en girar su silla para ver a la organización, continuando como si nada con su monólogo.
―Te dije que ese niñato jamás podría guiar al país. No me escuchaste, Organización de las Naciones Unidas.
Una nueva brisa helada movió las roídas cortinas, pegándole de lleno a las dos presencias en la habitación. No obstante, ni el frío extremo de la región pudo perturbar a ninguno de ellos.
―No estoy aquí para escuchar tus quejas ―contestó la organización con indiferencia.
Solo había una razón para que la entidad frente a ONU siguiera con vida, que éste se sintiera con el derecho de insultarla era todo un descaro para la organización.
―No, claro que no ―dijo desinteresadamente, acomodando los blancos guantes que portaba―. Las quejas de un país tercermundista, no descendiente de ingleses, te da lo mismo. Siempre a sido así. No puedo culparte, tu precursor era igual. Aún así, te creí más listo que Sociedad de las Naciones. Mí error.
Levantándose lentamente de su lugar, aún bajo la mira del arma, se alejó de su asiento con rumbo a la ventana de destruido cristal.
―Si te soy sincero, yo también me creí más listo ―comentó con la pistola en alto, estudiando los alrededores con el rabillo del ojo―. No puedo creer que hasta ahora me doy cuenta del error que fue no buscar la manera de hacerte desaparecer. Pero descuida, la encontraré. El mundo ya les permitió seguir existiendo demasiado tiempo.
Con las ultimas palabras flotando en el aire, el ser frente a ONU detuvo sus pasos una vez frente al marco de la ventana. Estirando sus manos fuera del roto vidrio, desenganchó el seguro que mantenía a las persianas exteriores en su lugar, antes de que la molesta voz de la organización volviera a sonar.
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Argentum: Argentina al poder [C.H]
FanfictionPorque Argentina muchas veces perdona mas nunca olvida... Y en ocasiones olvida pero no perdona.