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Justin terminó de colocar la última caja dentro de la camioneta y quitó el sudor de su frente con la mano

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Justin terminó de colocar la última caja dentro de la camioneta y quitó el sudor de su frente con la mano. Hoy le habían pedido que ayudara en la parte de carga, y él no se podía negar porque por un lado tal vez le daban algo de dinero extra, y por el otro tenía miedo de que lo echaran por negarse.

—Tengo el maldito trasero sudado —se quejó Adam, un compañero de él.

Justin soltó una carcajada mientras negaba con la cabeza.

—Gracias por poner esa imagen tan horrible en mi cabeza idiota.

—De nada Bieber —palmeó su hombro.

—Vamos a comer, estoy muriendo de hambre —gruñó el rubio mientras comenzaba a caminar hacia la sombra.

Se sentaron en unos de los bancos que se encontraban allí y Justin tomó de su morral el sándwich que Hazel le había puesto.

—¿Has sabido alguna novedad sobre lo que pasará con la fábrica? —preguntó Adam.

—¿De qué hablas? —cuestionó Justin comenzando a sentir nervios en su interior.

—¿No has oído de lo que andan rumoreando por allí? —elevó una ceja. Justin negó con la cabeza—. Rumorean que la fábrica cerrará.

—¿¡Qué!? —exclamó levantándose de golpe.

Comenzó a desesperarse al imaginarse que podría quedarse sin trabajo en ese momento.

—Es solo un rumor Justin, cálmate —pidió Adam.

—¿Cómo pides que me calme si lo más probable es que suceda? —tiró de las puntas de su cabello—. ¿Cómo haré? ¿Cómo haré? —cuestionó repetidas veces en un susurro.

—Yo me pregunto lo mismo. Tengo una niña de cinco años y un bebé en camino —dijo Tom, otro compañero, metiéndose en la conversión.

—¿Tú crees que realmente cerrarán? —preguntó Justin. Tom suspiró antes de responder.

—No sé muchacho, las cosas están muy complicadas —pasó una mano por su rostro.

Justin miró hacia el cielo sintiendo que su cabeza se llenaba con más mierda. Deseaba que cayera un milagro del cielo que los ayudara a salir adelante. No solo él estaba pasando un mal momento, todos sus compañeros estaban en la misma situación. Sentía ganas de gritar a los cuatro vientos para sacar todo el enojo que tenía en su interior, pero sabía que eso no cambiaría nada. Lo único que lograría calmarlo en ese momento era estar entre los brazos de Hazel, sentir sus manos haciendo masajes su cabello y sus palabras cargadas de amor en su oído.

Pocas horas después, llegó al motel dispuesto a descansar un poco antes de ir al taller. Aún era temprano para presentarse en su otro trabajo.

Frunció el ceño cuando llegó a la puerta de su habitación y oyó los gritos de Hazel desde el interior. Pensaba que ya estaba en el asilo. Ingresó encontrándosela llorando con fuerza mientras hablaba por teléfono. Se acercó preocupado a ella rápidamente.

Hold me ➵ j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora