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En menos de una hora, habían logrado recoger la mayoría de sus cosas y guardarlas en maletas para partir

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En menos de una hora, habían logrado recoger la mayoría de sus cosas y guardarlas en maletas para partir. Lo único que se escuchaba en esa habitación de motel eran los sollozos de Hazel y la respiración pesada de Justin. La tristeza y desilusión eran palpables en el ambiente, pero no podían hacer mucho para remediarlo. Solo tenían que tomar sus cosas y marcharse para caminar en el medio de la noche buscando algún lugar para poder dormir. No había vuelta atrás.

—¿Estás lista Haz? —preguntó Justin tomando tres maletas lo suficiente pesadas. 

—Creo que si —respondió esta con lo poco que le quedaba de voz. 

—Todo saldrá bien cielo —dijo queriendo convencerse—, o eso espero —finalizó en un susurro solo audible para él. 

—No lo sabemos Justin, no lo sabemos —negó con su cabeza.

Ya no le quedaban ganas de ser positiva. Todo su positivismo se había ido en el mismo momento en que Daniel irrumpió en su casa con la carta de desalojo. Ya no tenía esperanza de que las cosas mejoraran para ellos, cuando avanzaban dos pasos retrocedían tres.

Justin cerró sus ojos destrozados al ver a su novia sufriendo. No soportaba verla así y no poder hacer nada para resolverlo. Deseaba que ocurriera un milagro y que las cosas mejoraran en un abrir y cerrar de ojos, pero sabía que eso no pasaría tan rápido. Él sentía que estaban lejos de poder resurgir de tantos problemas.

—Vámonos de una vez —dijo Justin mientras caminaba hacia la puerta.

Hazel tomó las dos maletas que llevaría con más pertenencias de ellos y siguió a Justin. Ambos se detuvieron en el umbral de la puerta para observar todo por última vez. No podían creer que estuvieran pasando por esa situación por segunda vez. La sensación de tristeza absoluta y los recuerdos de todos los sueños rotos estaban volviendo a sus cabezas sin parar. 

—Adiós —susurró Hazel a punto de romper en llanto otra vez.

Justin tragó grueso y salió delante de Hazel esperando a que esta cerrara la puerta. Una vez que lo hizo, se dirigieron hacia las escaleras y bajaron a paso lento, las maletas que llevaban eran muy pesadas. Fruncieron el ceño cuando vieron a Daniel allí parado en el final de la escalera, su rostro demostraba que se sentía como un triunfador. Hazel sintió como su estómago se revolvió ante eso, era un hijo de perra.

—Me alegra que al menos hayan respetado el horario de partida —les dijo con una sonrisa cínica en el rostro mientras se cruzaba de brazos.

—¿Qué quieres ahora Daniel? —preguntó Hazel cansada de él.

A Justin no le faltaban las ganas de soltar las maletas y partirle el rostro a golpes para quitarle esa maldita sonrisa.

—Solo estaba verificando que dejaran libre mi lugar —soltó una carcajada—. Suerte en la vida muchachos, espero que no vuelvan a pasar por esto —palmeó el hombro de Justin. Este se corrió con asco.

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