Capítulo 1: La llegada especial.

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El celular del pelinegro llevaba sonando ya bastante rato, pero este solo se dedicó a ignorarlo. Últimamente tenía problemas con el sueño, y sus horas de dormir estaban totalmente disparejas, era complicado para él tratar todo esto del tema de las mudanzas y cambio de ciudad, sobre todo por un acotencimiento familiar que lo marcó profundamente, y se hallaba en esa etapa de “superación emocional”. Nuevamente, su celular comenzó a sonar provocando el suficiente ruido como para que él, lo tomara y contestase de mala gana.

– ¿¡Qué!? ¿Qué cojones quieres, capullo?—, soltó junto a su típico tono de recién despierto. Frotándose los ojos.

Una risa sonora se hizo presente del otro lado.

– Primero que nada, buenos días. Y segundo pero no menos importante... ¡Logré que encontraras entrevista con el Súper mañana temprano!—. El de pijama quedó atónito.

¿Y cómo no estarlo?

El Súperintendente, Gustabo García era de las personas más difíciles de contactar en toda la ciudad, sobre todo si se desea entrar al cuerpo policiaco. Por el simple hecho de no poder verle–literalmente–ya que todo el tiempo se hallaba en códigos 3, atracos, o en otro tipo de asuntos importantes, era algo que le impacientaba bastante. Y que al fin su amigo lograra hacerle ese grandísimo favor, era un paso más cerca de la meta.

– Hey, Jack. Reacciona. ¿Y bien?—dijo su amigo, Greco, con un chasquido de dedos que lo trajo de vuelta al mundo real.

– Pues, me parece maravilloso. —Hablaba entre bostezos, realmente estaba agotado.—¿Qué más te dijo?

– No suenas tan contento... Me dijo que desea hablarte, mañana a primera hora, quiere que estés en su oficina.

Suspiró– ¿Algo más?

Su temperamento era algo que debía controlar.

– Bien presentable, a buena hora y... Creo que no me olvido de nada más.

– En serio, te debo la vida, Greco. —añadió en son de agradecimiento, lo cual el contrario lo interrumpió junto a una risa risueña.

– Tampoco es para tanto, subnormal. Sabes que haría lo que fuese por ti, ¡Hablamos luego!

Para finalizar, colgando la llamada.

Jack dejó caer su cuerpo alrededor de las cómodas sábanas que estaban debajo de su ser. A pesar de haber recibido una gran noticia como esa, algo le inquietaba; no se hallaba en paz consigo mismo. Cajas, y cajas a su alrededor, lo que faltaban eran ganas para que su nuevo piso pudiese llamarse debidamente “Hogar”.

Pero algo dentro de él estaba perdido.

Llevaba unos cuantos meses así, pero no podía seguir viviendo de esa manera, desanimado y solitario. Perderlo todo por un simple y patético error, para luego intentar pasar la página y hacer como si nada, no era algo tan fácil. Pero lo que contaba era su esfuerzo al intentarlo, o eso era lo que su mente le decía, en plan motivacional. Después de permanecer otros 30 minutos en la cama, sacó fuerzas de donde no había y se levantó encaminándose al baño para una ducha tíbia; sí, eran las 11 de la mañana, pero luego de ello, desayunaría de todas maneras.

Sacó su playera negra y sus bóxers (ya que prefería dormir sin pantalones), graduando el agua para que esta fuese lo perfectamente tibia, y relajar todos sus músculos tensos, debido a no dormir en una buena posición y despertarse.

[...]

Ya vestido, con unos jeans cómodos y una sudadera roja. Sus cabellos negros decaían por su rostro, aún húmedos. El mayor caminaba de lado a lado con cajas en mano por cada viaje que hacía. Halló un cuarto libre y pensó en guardar todas sus cosas en él, hasta que tuviese tiempo en arreglar todo.


– ¿De dónde cojones tengo tanto equipaje?—, dijo para sí mismo, junto a un suspiro lleno de cansancio.


Había dejado en la cocina unos huevos cocinando, y un sandwich con el cual su gata siamés, katt, jugaba tiernamente sobre la mesa.

En su mente cruzaba repetidas veces aquél pensamientos de: “Tienes una entrevista de trabajo, con el SuperIntendente de la ciudad.” y aquello le provocaba cierto temor. Jack se caracterizaba por ser un hombre lleno de seriedad y responsabilidad, podría parecer que no sentía nada de miedo, pero no; había una pequeña parte dentro de él que se caracterizaba por ser su “debilidad”. Solía mantener su compostura al tratarse de trabajo, pero este caso... Parecía intimidarle, por primera vez en su vida. El olor a huevo quemado acaparó su mente, esfumando todos esos pensamientos al momento, corrió hasta la cocina para apagarla y soltar muchos insultos al aire.

En ese momento, el timbre de su hogar sonó tan de repente que lo hizo temblar sobre sí mismo. Mucha presión, muchas cosas, poco tiempo.


– ¿¡Quién coño es!?—. gritó amenazante.


Unas risas se escuchaban del otro lado de la puerta principal.


– открытый мужик, это я, волков! (Abre tío, que soy yo!)— y como si fuese automático, su rostro cambió drásticamente, a uno juguetón y alegre, tal cual niño pequeño, para sí, caminar hasta la entrada y abrirle la puerta.

Cambió su expresión, en un intento de parecer serio.

Un chico, medianamente alto, de tez blanca y cabello blanco estaba de pie con mirada expectante, en espera de una respuesta válida que le hiciese pasar de una buena vez.

– No me puto respondas con árabe, que no entiendo una mierda. Capullo.

Los mofletes del contrario se hincharon, quiso mantener su semblante serio pero no aguantó más y estalló, cosa que provocó que Jack también lo hiciese. El menor de ambos (por estatura, más no de edad) se abalanzó contra el pelinegro para fundirse en un cálido abrazo. Volkov es para Jack, como un hermano, excluyendo agentes químicos como su ADN, o de misma sangre. Este se había mudado ya hace unos cuantos meses a los Ángeles, primero que él, claro está, y este esperaba ansioso por su llegada.

Después de regular sus respiraciones por las risas, y calmarse un poco, decidieron pasar a la casa del pelinegro.

El olor de los huevos emanó por las fosas nasales del chico.

– No me jodas que ya quemaste tú primer desayuno.—dijo mientras se aproximaba a la pequeña minina que jugaba con unas cuantas cajas que reposaban en la sala, a espera de ser llevadas a ese “almacén improvisado”.

– Estaba ocupado limpiando... De todas maneras, no tengo hambre.

El de ojos claros (Volkov) examinaba cada minúsculo detalle de su nuevo apartamento, caminando con lentitud por el mismo hasta llegar a la cocina.

– Cállate.—, e instantáneamente, hubo silencio por parte del contrario. Se sintió poderoso por unos cuantos segundos— Ahora dime donde están los huevos y el pan.

|N/A|
Haré la amistad de estos dos algo empalagosa, no me peguen.

— f.

nymphomaniac. | IntenaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora