Parte V

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Mentiría si dijera que no me sorprendió verla nuevamenfe en el derby del brazo de Billy Kimber.

¿Quién era el que tenía el poder sobre quien?

Entonces recordé las velas rojas y la foto de Kimber posiblemente era por ello que el sujeto era completamente incapaz de alejarse lo suficiente de ella, la custodiaba como un perro a un hueso, miraba hacia todas partes como si los lobos estuvieran a punto de saltarle encima, incluso a sus propios guardaespaldas les ponía mala cara cuando trataban de acercarse a la gitana para abrirle una puerta, mover una silla, ayudarle con su abrigo o cartera, sonreí, aquello era lo que Arabia había estado haciendo aquella noche ¿Un amarre? ¿lo haría aún sabiendo las consecuencias de interferir en la voluntad de otro? ¿Lo amaba? No ¿Lo deseaba? De ninguna forma lo deseaba, Kimber tenía algo que ella quería, Billy le daba el status que necesitaba, no quería nada más.

– ¿Qué estás viendo? – John me dio un manotazo en la espalda haciendo que bajara los auriculares para verlo mecer el palillo entre sus labios – ¿Irás con Kimber? – Estaba a punto de responderle cuando una idea iluminó mi cabeza.

– Ve tú John.

– Sabes que no quiere verme a mí.

– Claro que lo sé.

Me acomodé en mi lugar viendo a John acercándose con su particular caminata, Kimber le estrechó la mano fumándose un habano para luego presentarle a Arabia, y ahí justamente estaba aquella reacción que yo esperaba, Moreau completamente anonadada estiró su mano enguantada a un coqueto John, ella lo observó largamente como si escudriñara en él mientras charlaba con Kimber, la gitana jaló del brazo de su acompañante para susurrar algo mientras el otro asentía, ella salió pausadamente para adentrarse al club con su enorme sombrero morado, ahí estaba mi oportunidad.

Caminé apresuradamente hasta la barra del club donde sabía que ella iría para asegurarse de que estaba cerca ¿sería eso? Sonreí complacido al verla sentada en el banquillo bebiendo de una copa un licor transparente que supuse seria ginebra, me senté a su lado despreocupadamente escuchando la sonrisa que se posó en su boca al tiempo en que bajaba el ala del sombrero para que no viera sus ojos.

– Su hermano es bastante atractivo – Soltó colocándose el cigarrillo en la boca que me apresuré a encenderle observando los labios rojos que noches antes había estado besando.

– No tanto como usted ¿Por qué lo has embrujado? – Mi pregunta la hizo alzar la mirada a verme de inmediato – ya lo sé todo, es obvio.

– No por amor.

– Eso es claro.

– Hay cosas que no pueden ser comprendidas, Thomas, y quisiera que no se esfuerce tratando de entenderlas – Escupió el humo de su cigarrillo cambiando su semblante.

– Es la primera noche de luna llena.

– Sabe cómo llegar a la casa de la bruja – Se giró en el taburete para ver a la entrada en donde Billy Kimber hacía su entrada, ella lo había sentido y él le daba náuseas.

– Thomas, con que aquí está.

– Llegue directamente a pedir algo, estaba sediento, y mire nada más con quien me he encontrado – Sonreí observando a Moreau quien deslizó con suavidad su mirada sobre mí antes de ver a Kimber acercársele para depositar un beso en la quijada de ella quien apretó los ojos con asco.

– Sus caballos están listos, Thomas, pase a verlos antes de ver la carrera.

– Le agradezco inmensamente, señorita Arabia – Metió la mano en el bolsillo de Kimber para sacar el reloj.

– Debo irme, tengo cosas que hacer.

– ¿Cenarás esta noche?

– Si, claro, en mi casa – Me estiró la mano para despedirse y luego beso en la mejilla al hombre que se quedó allí viéndola como si le robaran la fortuna.

– Bien Thomas, trajiste mi dinero.

– Por supuesto.

La luna iluminaba completamente el camino del bosque pantanoso, seguí al cuervo que me esperaba en la entrada de este, guiándome por el camino que no estaba seguro que recordaría para llegar a la cabaña de palafito. La noche gélida calaba los huesos por lo que pude ver el humo saliendo desde la pequeña chimenea en la cocina.

En el interior todo estaba iluminado por cientos de velas por todas partes dejando un sendero iluminado que guiaba directamente a la habitación donde noches antes la había encontrado haciendo su ritual, me quité el abrigo dejándolo sobre el sofá para caminar hasta donde creí que ella estaría, en lo que avanzaba el ave se posó sobre pasamanos de una escalera de caracol de metal negro, ni siquiera había reparado en que tenía un segundo piso desde donde podía ver más luces titilantes.

Una habitación completamente abierta dejaba ver una cama cubierta por el dosel que colgaba desde el techo, más velas, altares, el ruido del agua llamó mi atención dejándome descubrir a la bruja abrazándose las rodillas dentro de una bañera unos cuantos pasos tras la cama.

– La curiosidad mató al gato – Soltó recostándose en la bañera mientras me acercaba a ella, el agua blanca de leche tibia, y repleta de cientos de flores de todo tipo que flotaban sobre ella, rosas, crisantemos, peonias, lavanda, ruda – veo que no es la clase de hombre que tiene temor de Dios – Soltó arrodillándose en la bañera dejando que el cabello cayera sobre sus pechos cubiertos de pétalos de flores, sonreí.

– El diablo no teme de Dios, ni mucho menos de las brujas – Su mirada se alzó hasta mí mientras me acerqué quedando delante de ella para deslizar mi mano a su barbilla – las brujas sirven a Lucifer.

– No esta bruja – Advirtió apoyando las manos en el borde de la tina, su boca me llamaba, el cabello húmedo dejando caer gotas por sobre todo su cuerpo, era una sirena, una hechicera, y su magia estaba completa.

– ¿Qué debo esperar entonces? – Sonrió una vez más tomándome rápidamente de la corbata y jalandome dentro de la bañera con un beso profundo, parecía que me hundía en un mar caliente mientras su cuerpo desnudo se pegaba al mío bajo el agua y la leche, su lengua de serpiente metiéndose dentro de mi boca y mis manos afianzándose a sus muslos con fuerza, lo siguiente que recuerdo es que justo cuando creí que moriría por la falta de oxígeno en mis pulmones, es apretar los ojos y las manos a sus caderas mientras se movía sobre mí alzando su cabello entre las manos para dejar el torso completamente descubierto ante mi, me absorbía, su sexo ardía como el puto infierno, la oía gemir, cada vez más fuerte afianzando sus manos a mi espalda, su susurro de mi nombre en mi odio, yo vertiendo mi ser dentro de ella.

El mundo dando vueltas, la vida yéndose entre mis manos Arabia Moreau, durmiéndose en mi pecho.

Había entregado mi alma al infierno, y a las brujas.

Me desperté por los sueños extraños, aún no amanecía por completo, por la estrecha ventana se colaba sin la luz de la noche oscura, algunas velas aún ardían por fuera del dosel que protegía de insectos, bajé la mirada para encontrarme con ella completamente dormida con su mano sobre mi pecho, no había sido un sueño, si había sido la sensación más extraña que había tenido, el orgasmo más intenso y agotador, a los pies de la cama el gato blanco dormía plácidamente.

Me estreché a ella oliendo su cabello, respirando contra su cuello, cerré los ojos y volví a dormir.

Cupido me ha flechado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora