Parte II

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Billy era un completo payaso, con el cabello completamente peinado pegado a la cabeza, su traje de tres piezas de gris oscuro con un pañuelo rojo en el bolsillo, aspiraba su habano mientras observaba atentamente a la mucama que servía el té en la mesa del despacho privado.

– ¿Y bien? ¿Vas a deshacerte de los Lee?

– ¿Tenemos un trato entonces, señor Kimber? – Me miró fijamente lamiéndose la boca, realmente me parecía asqueroso, se acomodó en la poltrona observando a mis espaldas, lo supe de inmediato por el escalofrío que se me puso en la nuca cuando las puertas a mis espaldas se abrieron y se cerraron, alzó ambas cejas aspirando su habano.

– La bellísima, bellísima Arabia – Anunció mientras ella se quitaba el abrigo de piel para dejarlo en la poltrona junto al sombrero de ala ancha al tiempo en que se acomodaba la cabellera ondulada y azabache – Arabia, ¿conoces ya al señor Shelby? – Se giró hacia mi, palideciendo como un papel al toparse con mi mirada, me levanté hasta quedar delante de ella, era piel pálida, la boca roja, joder, si, me había hechizado.

– Señorita ¿Arabia? – Pregunté estirándole mi mano.

– Arabia Moreau – Apretó mi extremidad con suavidad y firmeza observando el nudo de mi corbata.

– Este es Thomas Shelby, Ara – Habló Kimber observándola para que ella se le acercara saludándolo con un beso en la mejilla, ella no se veía para nada como la describían, llevaba un hermoso vestido de color ópalo sin espalda, y unos pequeños tacones de color negro.

– Ya he escuchado bastante de usted, Thomas – Soltó sentándose en el lugar vacío para recibir el cigarrillo que él mismo Kimber le había ofrecido.

– Y yo de usted acerca de lo que hace a mis caballos.

– No creerás en esas cosas, Shelby – Interrumpió Billy lanzando una desagradable risotada – la verdad es, que le pido a Ara que haga ese tipo de cosas solo para amedrentar a quienes creen que son más listos que yo ¿Crees ser más listo que yo, Thomas? – nuestras miradas se sostuvieron por algunos segundos, me probaba y aquello hacía que quisiera ponerle una bala en el rostro de culo que tenía.

– ¿Para qué querías que viniera? – La voz de la gitana interrumpió todo, podría jurar que incluso afuera del edificio todo se había silenciado.

– ¿Tienes algo que hacer, Arabia?

– Claro que sí, será San Juan.

– Elias – Kimber se giró por sobre su hombro para ver al matón que se acercó observandome amenazante – Llévala a las caballerizas, ya sabes que hacer dulzura – Sus bellísimos ojos me echaron una mirada antes de levantarse para caminar atrás del alto hombre – ¿Cómo funciona entonces, eh?

– ¿Qué cosa, señor Kimber?

– Mira Thomas – Se acomodó en la poltrona observandome – esta mujer trabaja para mí desde hace años, y ella no... – No lo dijo, pero comprendía a qué se refería, claramente él la pretendía pero no era algo correspondido – a veces puedo verla por horas ¿sabes? La he llenado de obsequios, caballos, collares, anillos, y joyas, cenas costosas, todo, pero al parecer no cede un solo centímetro...

– Por lo que sé, Arabia es una reina legítima de un linaje bastante antiguo, señor Kimber, lograr algo así con una reina gitana no es tan sencillo como soltar un par de monedas – Respondí recordando la mirada que me había echado hace sólo un par de segundos; era una diosa dorada – quizás necesite ser más paciente.

– Claro – Se vio pensativo por unos segundos – muy bien, Thomas, ponga sus caballos en el hipódromo, arreglaremos la carrera, Arabia lo verá por la noche para ver lo de su caballo embrujado, retírese.

Cupido me ha flechado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora