Los buenos tratos mantienen las buenas costumbres

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―¡Has estado estupenda, cariño!

Eres sorprendida por Tessa, una compañera de trabajo y la única persona que te espera tras bambalinas. Entre sus manos, lleva una toalla gigante y rosada de delicadas plumitas. Su traje fucsia chicle, cubre lo esencial. A pesar de los años que trabajan juntas, te resulta tan provocativa que es imposible que tus mejillas no se calienten con sólo repasar la mirada por su esbelta fisonomía.

Como si tu timidez inicial le significara la nada misma, te vuelve a casi asfixiar con esos brazos fuertes que posee y finaliza su festejo al regalarte un besito en la coronilla; dulce y escueto. Aunque se muestra ruda y distante con las otras jóvenes, eres consciente de que contigo se comporta como una amorosa madre; esa que has perdido de pequeña.

Siempre te cuida de los matones, ha espantado a algún que otro aprovechado y, más de una vez, despertó la ira de otras compañeras al favorecerte con las propinas cuando te toca suplantar a alguna que ha enfermado.

―Bueno... ―te encoges de hombros con inocencia―, hice lo mejor que pude.

―Tú ―ríe cantarina―, siempre tan modesta con tus logros.

Esbozas una tímida sonrisa, mientras sus manos te acarician el cabello y lo peina en una prolija coleta.

―Tú crees que estuve tan bien?

―Bueno, si me pongo a juzgar, el escenario está lleno de dinero. Así que por supuesto que has triunfado ―Vuelve a besarte, esta vez la punta de la nariz y, en respuesta, tu risa brota espontánea y muy natural―. ¡Ah, sí! Cierto que vine a decirte que el Jefecito te llama. Descuida, ve tranquila. Ya sabes que no dejaré que esa zorra de Tiffany se quede con lo que es tuyo.

―Sé... sé que tengo una gran aliada en ti y eso es mutuo. ―tratas de decir, mientras acaricias sus manos tres tonos más oscuros que tu piel.

La comunicación jamás fue tu fuerte, salvo para algunas cuestiones que por ahora no es imperioso detallar. Son pocas las ocasiones en las que tratas de hacer un cumplido, incluso si sale de tu corazón.

―Por supuesto, bebé. Siempre contarás con toda mi ayuda ―dicho esto, ella se marcha contoneando su trasero de lado a lado.

―Saca el sesenta para ti.

Responde con una risita entre dientes y un:

―¿Estás loca? Ese dinero es tuyo, no lo toco.

Sonríes débilmente en cuanto sus sandalias de taco aguja pisan el escenario y oyes "Sweet Dreams are made of this" en los bafles ensordecedores, su arcaica e infalible canción de entrada y para animar la noche. Apartas la vista apenas las luces y los hologramas te enceguecen. Los hombres comienzan a aplaudirla sacadísimos de eje, dejando en claro que es una verdadera estrella y lo fue durante mucho tiempo, hasta que decidiste sumarte al rubro.

Por otro lado, luego de tanto alcohol, drogas y otras sustancias tóxicas que sabes que trafican en el club, ya te es costumbre que, a los pocos minutos, todos estén matándose entre sí. Te gustaría quedarte a verlo, pero hoy no es posible.

Bajas los últimos escalones y cierras la puerta con seguro. Una vez apartada de la vista del resto, tomas un ascensor que nadie conoce y te diriges al piso superior de la lujosa torre. Mientras caminas cautelosa por el pasillo angosto de ébano lustrado y sus arañas y cuadros te emboban con sus imponentes bellezas, admites que este lugar siempre fue más tu casa aquél que tenías con tu familia de sangre.

Mientras observas el largo trecho hasta la oficina central, piensas en varias cuestiones. Entre ellas, eres consciente que decides bloquear tu alma cada noche que bailas para estos magnates multimillonarios, capos de la mafia y algunos clérigos. Si alguna vez te han manoseado en tanto caminabas por el escenario, no lo recuerdas y prefieres que se mantenga así.

CriaturaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora