Estás a punto de llegar a la compuerta que te acerca a tus compañeras. La segunda oficina donde tú y él mantienen sus sucios secretos y negocios, nunca está abierta al público. Son camaradas, compañeros del crimen y, por supuesto, una tercera en discordia jamás será bienvenida a la fiesta.
En algún momento, alguien se dará cuenta de lo mucho que se conocen, sabrá reunir y juntar las pistas los dos caerán en la misma bolsa. No te molesta ir a la cárcel por él, te dejarías atrapar por placer y serías capaz de negociar su libertad, por las buenas o por las malas.
No es que me quede mucho por delante, de hecho...
No obstante, algo te detiene en el camino.
Se trata de un presentimiento, una punzada bastante desagradable reconoces demasiado bien.
Cambias el rumbo y corres sin descanso a través de los angostos pasillos. Esperas no encontrarte con nadie, tu cuerpo tiembla y las piernas hasta parecen de gelatina. Estás ansiosa, eufórica y tienes unas ganas de gritar de felicidad tan grande que te escucharían hasta los de la morgue más cercana.
Entras en tu camarín y esquivas un par de ramos de flores que fueron modificados para que duren un año sin agua ni sol. Te las dieron hace unos días y aún reposan a un costado, regados por el suelo. Fue un magnate millonario del vastísimo desierto, recuerdas. Pensó que así te tendría en su cama, aunque es obvio que será imposible. Al único hombre que serías capaz de abrirle las piernas es a...
"Dios, Cassilda Lockheart, ¡pórtate bien!"
Mejillas enrojecidas y corazón desbocado, sacudes la cabeza, dejas el paquete de masas y buscas algo entre tus pertenencias. Ya tienes suficiente cuando estás a solas en tu departamento y tu cabeza piensa cositas que no debe.
El bolso de esta noche es grande, pero siempre llevas lo mismo a no ser que tengas otras labores extra. Adoras su profundidad, eso hará que nadie encuentre lo que buscas ahora. Sacas y desparramas en el enorme tocador tres perfumes, dos anotadores, un libro de Camus y, al fin, adentro de una pequeña cajita envuelta en una bolsa de terciopelo negro, lo encuentras.
Ahí escondes tu otro trabajo, aunque más bien no es un rubro muy extendido entre las personas que valoran su vida y, por encima de todo, buscan una existencia feliz y llena de tranquilidad.
Cuando recoges la cajita de madera, abres el candado con un simple movimiento de tus manos. La única llave que posee, es tu propia magia. Luego de hacerlo, sonríes ansiosa. Un arete particular en forma de cruz invertida de oro y rubíes, brilla muy intenso.
"Maldición, justo ahora."
Cierras la puerta con tres llaves y tus piernas se mueven con más avidez, lo suficiente como para que las bailarinas no te noten cuando pasas a su lado. Ya lo has hecho muchas veces, a modo de broma.
No, no te agitas.
Por Dios santo, jamás lo harás.
A pesar de que hay varias particularidades que te hacen bastante superior al resto de las chicas; desde que has entrado a trabajar aquí, jamás te han preguntado de dónde sacas semejante buen estado físico. Estás segura de que incluso las chicas que más te detestan están muy entretenidas contemplándote desnuda. Las embobas lo suficiente como para que te imaginen en sus camas y entre sus piernas. Tu principal idea es que ninguna note ciertas anomalías bastante obvias.
Es irónico, la única persona coherente que a veces parece notar que "algo no va bien contigo", es Jer.
En menos de un minuto, bajas los noventa y seis escalones hasta un lugar poco frecuentado por cualquiera que valore sus extremidades pegadas al cuerpo.
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Criatura
General FictionPlaneta Tierra, siglo XXVIII. En una sociedad clonada donde el cumplimiento de la Ley es obligación absoluta, ha surgido un Nuevo Orden cuyas reglas orilló a que sobreviviese el más adaptado. Cassilda Lockheart es huérfana, su vida está llena de ab...