Son las seis de la tarde.
Tu departamento se encuentra a oscuras y la música de ambiente que pusiste para descansar, dejó de funcionar hace rato. Ahora suena un pitido que conoces bien y apenas puedes abrir los ojos con propiedad. Gruñes bajo las sábanas, tratas de ignorarlo hasta el infinito. Te arropas mejor y colocas tu menuda fisonomía en posición fetal.
La llamada insiste, sacándote de tus casillas. Al final, tomas el aparato a regañadientes y aprietas sus costados de forma inconsciente. Entreabres los ojos con somnolencia y eres encandilada por la luz parpadeante del holograma que posee un color rojo furioso; un claro aviso de que se trata de una emergencia. Echas tu cuerpo contra el colchón, levantas las piernas, pateas hacia abajo con clara frustración en busca de las sábanas. Ufff, sí que te gustaría volver a dormir.
"Que me lleve Dios, ¿por qué ahora? Es muy temprano..." te quejas para tus adentros, antes de acurrucarte y cubrir tu cabeza con la almohada.
No obstante, tal si se tratara de alguna pesadilla cibernética Foucaultiana, vuelve a sonar y parece que le encanta imposibilitar tu ansiado sueño.
Ya de pésimo humor, terminas abriendo los ojos con más pereza que antes, te incorporas en la cama y restriegas tus mejillas. Tomas otra vez el comunicador y atiendes las letras cuneiformes que se desarrollan frente a tus ojos. El texto está avisándote que hay un caso y que, por primera vez en tu patética vida, te necesitan urgente para la acción.
"Trabajo es trabajo", reflexionas por lo que estiras las piernas y te levantas de una vez por todas.
En cierta manera, te entusiasma bastante que la estación pida por ti. Te gusta mucho la idea que confíen en tus aptitudes físicas, puesto que eres la mejor en el campo de los muertos, sin desmerecer al resto de tus compañeros. Ríes entre dientes mientras te das un baño rápido de agua dulce y aseguras que, dormirás como un bebita recién nacida, una vez que terminen de contarte todos los condenados detalles.
Las llaves del automóvil reposan en una caja de suspensión atmosférica y, junto a la ayuda de tu HolloClothes, logras cambiar tu aspecto post noche mala de sueño. El traje azul, negro y blanco de la Policía Científica, reemplaza a tu salida de baño de color plateada y dorada.
Arrastrándote, te preparas un café y comes una tableta de chocolate. Muerta quedó en tu consciencia aquella premisa presidencial que dicta que las mujeres tienen prohibido consumir azúcares y cafeína al caer la noche.
Según los Padres de la Nueva Patria Renacida, el café altera a las mujeres y las vuelve más histéricas, por lo que lo han vetado desde todos lados. Incluso hay un estatuto que dice que el chocolate las vuelve sexópatas.
No obstante, si tienes que romper un poco la Ley, lo harás con gusto. Luego de la mala alimentación que has tenido durante años y gracias a que arriesgas tu culo como una Oficial, puedes quebrar unas cuantas leyes sin que tus jefes se enteren.
No contenta con tus privilegios, te gusta utilizar magia para alterar el aspecto de las comidas que ingieres. Es de privado conocimiento que todos son filmados dentro de sus casas. Según tu jefe, Thomson, es una medida para mayor seguridad, pero apuestas tu ridículo sueldo que no es así. Es obvio que así encuentran a los subversivos, a pesar de que su vida pública sea intachable.
Agradeces mucho que las cosas se te hayan dado en bandeja de plata desde hace unos cuantos años. Por supuesto que tiene que ver con tu deseo al transformarte en una Niña Mágica. Desde ese evento, has tenido demasiada ayuda externa, tanta que causaría mucha envidia a las chicas que han sido confinadas junto a ti.
Suspiras.
Otro día seguirás reflexionando sobre la vida que llevabas antes de ser liberada por la persona de tus sueños...
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Criatura
General FictionPlaneta Tierra, siglo XXVIII. En una sociedad clonada donde el cumplimiento de la Ley es obligación absoluta, ha surgido un Nuevo Orden cuyas reglas orilló a que sobreviviese el más adaptado. Cassilda Lockheart es huérfana, su vida está llena de ab...