Un aroma a eucalipto

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Kageyama recuerda a su padre omega como un hombre alto. Como niño solía decirle seguido que era muy bonito y cuánto lo amaba. Ahora con doce años cumplidos, sabe que a su padre no le gustaba eso, lastimosamente, nunca tendrá la oportunidad de preguntarle porqué sentía tanta aversión hacia él.

Sus pequeñas manos alisan su ropa mientras sus ojos azules se mantienen sobre el espejo frente a él. Hoy se cumplen cinco años desde que su padre omega los abandonó, y es el último año que Kageyama contará.

—¡Tobio el desayuno! —escucha a su abuelo llamarlo desde el piso inferior de la casa.

Da una última mirada al espejo para comprobar que todo se encuentre en orden y se dirige a la mesa principal. Miwa corre de un lado para el otro, mientras su abuelo sonríe plácidamente al poner la mesa. Kageyama sabe que ella entró hace poco a la universidad, pronto cumplirá veinte años y en lugar de empezar un proceso de independización se queda con ellos en casa. Lo hace para cuidarlos. A él le gusta mucho tenerla cerca, probablemente por eso nunca se ha preguntado si ella ha renunciado a cosas por su familia.

—Hable con mamá, dice que no podrá venir a la casa toda la semana, pero tal vez el fin de semana podamos salir a comer —Miwa dice mientras toma asiento frente a él—. Intenta comer un poco más, será un día largo. Te prometo que veremos a mamá pronto.

—Espero que el fin de semana llegue rápido. Extraño su aroma, el de la nuez moscada, como el tuyo —él hace una pausa después de terminar de comer—, solo que con un poquito de canela.

—Es un poco raro, ¿cierto? —responde Miwa—. Las alfas solemos tener los aromas más fuertes entre todos los géneros secundarios, pero mamá y yo no.

—Pero mira que grande estas mi rollito de canela —su abuelo pasa suavemente una mano por su cabeza, interrumpiendo la conversación—. Lo bueno de escoger Kitagawa Daiichi es que queda cerca de la casa, aun así, ten cuidado al regresar. Terminen rápido de comer, que vamos caminando mis niños.

Al igual que el resto de su familia, el abuelo de Kageyama también es alfa, sin embargo, ya no libera muchas feromonas producto de su edad, por lo que, si alguien le preguntara a Kageyama a qué huele su abuelo, él respondería que tiene un aroma suave a galletitas de avena. Las mismas que le ha enseñado a hornear.

Reconoce su aroma porque, pese a que los cachorros no producen feromonas, aún pueden olerlas. Es un detalle útil ya que eso el permite saber cuándo una persona está enojada, triste, o feliz. Si durante su primera pubertad él se presentase como beta, perdería aquella habilidad.

Caminar de la mano de ambos lo reconforta. Atesora estos momentos en sus memorias, porque ya no suelen salir tan seguido como antes. Cuando él estaba más pequeño caminar de la mano de ambos era algo común; sin embargo, la universidad de Miwa y las responsabilidades adultas que aún no comprende, suelen interponerse en su camino.

Al despedirse, Miwa y Kazuyo le dan un abrazo y lo perfuman suavemente con sus feromonas. Es una práctica común entre familiares y amigos cercanos, sirve como una expresión de cariño y ayuda a nivelar las emociones. Si fuera un adolescente, cubriría los suaves rastros de su aroma, pero Kageyama aún es un cachorro, así que no tiene aroma que ocultar.

No hace amigos el primer día, ni tampoco el segundo, y el tercero aún menos. Eso no impide que concrete su decisión de unirse al equipo de voleibol, aunque en el fondo espera que aquello lo ayude a conocer más personas incluso cuando la socialización no es su mejor fuerte.

—Mi nombre es Kageyama Tobio y vengo de la escuela elemental Akiyama. He estado jugando voleibol desde segundo grado. ¡Gusto en conocerlos! —él dice presentándose ante el club con una inclinación.

Sostengo mi respiración [Omegaverse] | Oikage (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora