Oscuridad

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Sebastián Castellanos, después de dos horribles aventuras que le dejaron traumas aterradores y difíciles de olvidar, había conseguido por fin encontrar un poco de paz. Había vuelto a encontrarse con su hija, a la cual creía muerta, y después de salir de aquel mundo de pesadilla lleno de criaturas horripilantes y dominadas por dos psicópatas, a pesar de haber perdido a su mujer, (algo que le causaba mucho dolor), creía que podía ser feliz de una vez por todas. Se marchó de Crimson City, a una ciudad cuyo nombre le importaba lo más mínimo, en la que alquiló un pequeño piso. Hoy había estado ordenandolo todo mientras su pequeña Lilly estaba en la escuela. No era algo difícil, ni cansado, después de todo por lo que había pasado en aquellos mundos psíquicos.

La sala principal del piso únicamente tenía un sofá, una mesa donde comían, y un pequeño mueble que sostenía el televisor viejo que había comprado para pasar el rato con su hija. En la pared que estaba a la izquierda del sofá había un pasillo en el que, a lo largo de sus paredes, había cuatro habitaciones más: un pequeño baño, la habitación, que compartía con Lilly, pues después del sistema Stem, su pequeña no quería dormir sola; una habitación que no usaban, que sólo tenía una cama y un armario, y por último, un trastero en el que desde el primer día aún no había entrado más que una sola vez. Y es que aquella habitación estaba completamente oscura. El foco que colgaba del techo únicamente alcanzaba a iluminar el suelo que había debajo. Por lo poco que se fijó al entrar, era muy espaciosa, más que la sala principal. Tenía algunas estanterías, sillas, y muebles rotos. Además también había unos cuantos macabros maniquíes, que deformados por la oscuridad, asemejaban personas quietas, esperando a que te des la vuelta para atacar y matarte rápidamente.

Alejando aquellos pensamientos, cuando hubo acabado todas las tareas de la casa, se dispuso a descansar, recostandose en el sofá y relajando todo su cuerpo. Lentamente el sueño fue apoderándose de él, y sus ojos se fueron cerrando a medida que el cansancio aumentaba. En unos segundos se quedó profundamente dormido.

Un ruido le despertó bruscamente. Alguien estaba golpeando una puerta. Se dirigió a la entrada de su piso, justo a la derecha del sofá. Abrió la puerta y, para su sorpresa, no encontró absolutamente a nadie. Cerró y volvió al sofá, esta vez procurando no dormirse, atento por si volvían a llamar. En efecto, pasados unos minutos volvió a escuchar los golpes, pero no desde donde esperaba: provenían de la puerta del trastero.

Un sudor frío empezó a resbalar por su frente, así como por su nuca. Se puso lentamente en pie y, de la tobillera que no se había quitado en ningún momento desde que acabó con Mobius, sacó una pistola de calibre 38, con la que se puso en posición de combate, apuntando al frente. Cuando llegó a la puerta los golpes cesaron. La casa se sumió en una oscuridad casi total, nubes negras cubrían el sol, dejando incluso la calle que alcanzaba a ver por una ventana en tinieblas.

Se decidió a abrir la puerta. Girando el pomo con sumo cuidado y procurando no hacer ruido, pudo abrirla lentamente. Entró y cerró tras de si para que sea lo que sea que hubiera allí no pudiera salir. Pulso el interruptor que encendía el foco de la habitación. Allí no había absolutamente nada.

Cuando se disponía a darse la vuelta, con el rabillo del ojo alcanzó a ver una sombra en movimiento, dirigiéndose al otro lado de la habitación. En posición defensiva, se fue acercando hacia dónde la sombra se había dirigido. De repente, después de unos pocos parpadeos, el foco dió un  chispazo y se apagó. El sitio se quedó en total oscuridad. Sebastián decidió seguir adelante, hasta alcanzar la pared. Empezó a caminar, sus pisadas no producían casi ningún ruido. Pasó un largo rato en movimiento, pero parecía que el sitio no tenía fin. Empezó a caminar más deprisa. Y más aún. Desesperado, comenzó a correr, pero aún así no llegaba al final de la habitación.

En cierto momento distinguió a lo lejos una luz, blanca, e intentó llegar hasta ella. El sitio fue siendo más visible con cada paso, dando lugar a un pasillo que le pareció familiar. La paredes, grises y viejas, tenían puertas cerradas cada diez metros, en las que alcanzaba a ver unas pequeñas ventanas con barrotes.

- Sebastián...

La voz de mujer resonaba por el pasillo, como si llegara de todas partes.

- Sebas... tián...

Llegó a una sala, al final del pasillo, en la que parecía haber un charco de sangre en el centro, y una silla en éste. Las paredes tenían baldosas desgastadas y descoloridas, y había una mesa a un lado del ex-detective.

Un grito, también de mujer, hizo que le pitaran los oídos, provocando un agudo dolor de cabeza.

- Mierda... - dijo lentamente Sebastián - Otra vez no...

Del charco de sangre salieron unos brazos llenos de rasguños y quemaduras, con las uñas largas y unas manos femeninas. Apollandose en el suelo, los brazos fueron levantando un cuerpo, también lleno de rasguños y quemaduras, el pelo de la criatura era extremadamente largo, y la cara apenas visible dejaba ver una expresión de sufrimiento en el rostro de una mujer joven. Una vez más el grito hizo que Sebastián se cubriera los oídos y, si perder más tiempo, echó a correr mientras la criatura comenzaba a seguirle. Pero fue en vano, ya que ésta le alcanzó en cuestión de segundos. Tiró de sus pies, arrastró su cuerpo hasta ella y se dispuso a golpear su cabeza con intención de muerte, cuando Sebastián despertó, sudoroso de aquella terrible pesadilla.

Miró el reloj. Sólo había pasado media hora. Se dió una ducha y comió algo.
«Jamás podré olvidarlo, ¿verdad?»

Unos golpes sonaron en la puerta de entrada. Asegurándose de que la pistola de su tobillera estuviera allí, Sebastián se dirigió a abrirla.

- ¿Es usted Sebastián Castellanos?

El hombre, vestido con un uniforme de la policía, le miró de arriba a abajo.

- Soy yo. ¿Sucede algo, agente?

- Es sobre su hija. La policía de Crimson le está buscando.

Psycho Break: Nightmare (Pesadilla)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora